OPINION

El espacio de Pedro

José Manuel Barquero | Domingo 01 de mayo de 2022

Se han puesto de moda en la tele esos programas que incluyen pruebas en las que parece que un famoso puede morir en directo. Una adecuada puesta en escena con música dramática de fondo crean la atmósfera de tensión necesaria para que el espectador se quede pegado a la pantalla, que es de lo que se trata.

Se repite bastante esa perfomance de la urna transparente con forma de ataúd que llenan de agua y cierran con varios candados. Sumergen en ella al participante que tiene que encontrar a ciegas las llaves y abrirlos para poder sacar la cabeza y respirar. Es puro morbo por verlos pasar unos momentos de angustia, pero todos intuimos que el recipiente dispone de un sistema de apertura inmediata al margen de los cerrojos. Por mucho que se agobie bajo el agua, Pilar Rubio no se va a ahogar en un plató de televisión, ni tampoco la mujer de Jesulín. Es un espectáculo que nos atrapa, aunque no nos lo creamos del todo. Sucede lo mismo con Pedro Sánchez y sus agonías parlamentarias.

El show de esta semana en el circo del Congreso ha impactado menos que el de la reforma laboral de hace un par de meses con el voto errado del diputado Casero. Hemos visto menos memes en las redes, pero en esta ocasión los actores principales han aportado un toque tragicómico a la última obra de suspense producida en la factoría de Moncloa, que lleva por título “Bildu salva a España”.

Ya nadie duda que Pedro Sánchez salvará todas las bolas de set que se le planteen en el hemiciclo sin importar el número de raquetas que tenga que romper para ello. Así hasta el match ball final, cuando decida acabar la legislatura o la legislatura acabe con él. El Presidente del Gobierno con menos apoyo parlamentario de nuestra democracia ha renunciado a eso que sus palmeros denominaron “geometría variable” a la hora de alcanzar acuerdos para aprobar sus propuestas. Ha decidido encadenarse a los partidos que, después de apoyarle en su investidura, le amenazan cada día con dejarlo tirado.

A pesar de los tuits gruesos, el contorsionismo retórico y el apoyo incondicional del periodismo de bufanda, no será fácil de explicar en el mundo civilizado un contexto político que permitirá a una periodista condenada por enaltecer el terrorismo de ETA interrogar en sede parlamentaria a la responsable de los servicios de inteligencia del país que puso los 800 muertos. No es broma, un diputado de la CUP va a tener acceso a la Comisión de Secretos Oficiales. En términos de reputación internacional ante el resto de agencias de espionaje esto supone romper muchísimas raquetas para salvar un punto parlamentario.

Esta maniobra política retuerce tanto las reglas no escritas sobre responsabilidad institucional que algunos barones socialistas han desafiado el califato pedrista criticando en público esta cesión bochornosa. Vete tú a explicar en Albacete que Rufián va a abroncar a la directora del CNI por hacer su trabajo, esto es, velar por la seguridad del Estado que amenazan personas condenadas por sedición que dicen que lo volverán a hacer. Finalmente habrá que dar la razón al independentismo catalán: Spain is different.

En estos tiempos de política líquida son arriesgadas las afirmaciones rotundas, pero haré una: en un país que conserve un mínimo de dignidad, una parte importante de votantes socialistas no tragará con la estrategia de blanqueamiento de un partido que ha apoyado el terrorismo durante décadas y que no se ha arrepentido de ello. El Bildu que Sánchez ha convertido en su socio parlamentario preferente no se pregunta ¿cómo pudimos alentar y justificar aquellas salvajadas?, sino que afirma “nos va mejor hoy sin asesinatos”.

El sanchismo quiere “romper la estigmatización de Bildu”, como si la asociación de su imagen a los crímenes de ETA fuera ya una cosa de nostálgicos, o de extremistas. Es un insulto a la memoria y a la inteligencia, empezando por la de muchos de sus votantes. Por eso causa bochorno que un diputado socialista por Mallorca alabe la responsabilidad y el sentido de Estado de Bildu frente al resto de partidos que se opusieron al decreto del gobierno, como si a Mertxe Aizpurua le preocupara más el bolsillo de un mallorquín repostando en una gasolinera de Manacor que acelerar la excarcelación de sus amigos etarras, o tener acceso a secretos oficiales del Estado.

Pere Joan Pons puede hacer todos los chistes que quiera en Twitter sobre “patriotismo de pandereta, mascarilla y pulseritas”, pero la realidad es dura. Nunca Sánchez había tenido tan fácil pactar con el principal partido de la oposición, pero eligió otros compañeros. “El espacio de Pedro” está habitado por todos los partidos con los que dijo que no pactaría, precisamente porque su proyecto pasa por la desintegración del actual régimen constitucional. Es imposible que en ese espacio quepa una parte importante de los casi 7 millones de votantes que le dieron su apoyo en las últimas elecciones, ni siquiera atizando el miedo a VOX.


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