OPINION

Veinte centimillos

Santiago Fiol | Martes 05 de abril de 2022

Una de las cosas que más me entretienen cuando viajo es visitar los mercados de abastos; tengo la percepción que dice mucho de la población en la que me encuentro, la calidad de sus productos, la higiene, la gente que compra, la amabilidad de los vendedores, por eso, prácticamente a diario visito el Mercado del Olivar, a cien escasos metros de mi butaca de trabajo.

Hoy, era ayer realmente, como no podía ser de otra manera he acudido al mercado, el día está frio, no solo de temperatura, parece febrero. Las pescaderías cerradas, claro es lunes, y un poco más animado la zona de verduras y carne. Siguiendo costumbre me he adentrado en una tienda de cafés y no he tenido el alegre saludo de la dependienta cubana, mulata de gran voz y espectacular sonrisa. Siempre alegre, me he conformado con un café que me ha puesto alguien que apenas me ha mirado a la cara. Esos momentos sentados en un taburete ensimismado viendo desfilar a gente son simplemente maravillosos. Paz interior y reflexión y les cuento todo esto porque en el momento de ese café amargo, aromático, corto pero sabroso he resuelto de que escribirles.

El país parece que se ha apaciguado algo porque el Gobierno de la Nación ha decidido subvencionar con 20 centimillos la compra del litro de combustible. Durante la reflexión del café que les he contado con anterioridad le he pensado que se puede hacer con 20 céntimos. Es una miseria que habrá tenido dos efectos, uno disuasorio con los transportistas y otra, querido lector, mala para nosotros, y también para los transportistas, hemos incrementado el gasto público, la deuda pública. ¿Quién cree que pagará esa ayuda? Nosotros, los de siempre. El gobierno solo tiene nuestro dinero. Cuando decide subvencionar algo lo hace con nuestra chequera, ellos no tienen.

Pero lo mejor, o quizás lo más ridículo, es que Vds. y yo les pagaremos esa subvención a los portugueses que cruzan la frontera para poner combustible en España, tal cual fuéramos el país más rico. Ya no nuestros hijos, nuestros nietos conocerán un país arruinado pues nuestros gobernantes actuales han dedicado el dinero a ayudas peregrinas, a crear un credo nuevo para cambiar la historia, pero citando a Antonio Machado que habla por boca de Juan de Mairena “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”. Ya sabemos, en consecuencia, que el que quiere cambiar la verdad es un porquero. No les haré una relación de políticos que nada aportan y no quiero resultar cansino, ya la hice hace unas semanas y sigue de primera actualidad.

Algo pasa en este país que tenemos querencia al noroeste cuando tienen que venir al rescate. Dos vicepresidentes son de Galicia, las señoras Diaz y Calviño, como lo fue el incomparable Pepiño Blanco, solo superado en la chapucería por el recientemente fallecido Luis Roldán y en el mangoneo por Ábalos. ¿Recuerdan a un tal Ábalos, el representante de la España casposa, cutre e idealizada por José Luis Torrente?. Hay que volvemos a la subordinadas, pues bien les pido que comparen esos ministros que son y fueron (aunque Ábalos no era gallego) con gente como Fraga Iribarne, Cabanillas Gallas, Rajoy Brey y la última estrella en aparecer Núñez Feijoo. Comparen la talla política y la intelectual, piensen lo que hicieron unos por España y por nosotros y lo que hicieron otros.

Núñez Feijoo fue elegido presidente a la búlgara; práctica unanimidad. En esos casos gana la organización de la estructura pero pierde el debate de las ideas. Personalmente prefiero las ideas y que dos o más candidatos debatan el concepto de partido para después trasladarlo al modelo de país. El problema es que viene después es el de las lealtades y de los idus de marzo.

Los países latinos en cuanto a ambiciones y deseos de pisar moqueta roja son incorregibles; todos los que se sientan en la mesa se consideran mejor preparados que el que la preside y por eso quieren ocupar su silla. Aquello del primus inter pares no lo creen los políticos actuales.

Hoy, por ayer, primer lunes de mes, me reúno a manteles con una serie de cabezas extraordinariamente amuebladas de las que aprendo mucho, uno no valora lo poco que sabe hasta que topa con alguien que sabe mucho más, hecho el apunte le preguntaré a mi empresario de cabecera si Núñez Feijoo será nuestro Kennedy. Abríguense.


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