OPINION

Malos tiempos para la lírica

Santiago Fiol | Martes 22 de marzo de 2022

Hoy (ayer) me marco el lujo de tomar prestado el título de un hermoso poema de Bertold Brecht, escrito en el año 1939. Ayer, muchos políticos, especialmente de la izquierda, se convirtieron en eruditos y eminentes rapsodas, y en sus redes ahí fueron y colgaron un poema con motivo del Día de la Poesía.

Me jugaría unos pocos euros que la mayoría de los que colgaron un poema no han comprado libros en el último año, y alguno, por el que siento predilección en la crítica, con lo lerdo que es, ningún libro de nada en los últimos años.

Si existiese el día de tirarse de cabeza a un pozo, el susodicho abandonaría el 'spá' del que cobra sus miles de euros y se tiraría de cabeza, todo sea por la notoriedad y que alguien recuerde que existe para cuando haya que renovar, eh Cosme? El único problema sería si pasaría por el cuello del pozo o, simplemente, quedaría atascado; sería una estampa graciosamente lamentable.

Los políticos, esos sujetos necesarios para hacernos la vida más feliz, viven en la inopia intelectual. Como diría Jose Mª García, locutor de radio en mi juventud, el país no está para poesía. Con la que está cayendo y se dedican a colgar versos de alguien que no han leído, que no entienden ni conocen; como dijo el gran Brecht, y copiaron muchos años después Golpes Bajos, malos momentos para la crítica.

El país se cae a pedazos, el Gobierno de la nación, en compañía de otros, que no son más que los autonómicos, se dedican a arruinarnos aún más vía impuestos a los combustibles y transportes. Imagino que la pretensión es que nos parezcamos a las superpotencias como Venezuela, que no tiene comida que colocar en las estanterías de sus supermercados.

Pero nuestros líderes se dedicaban ayer a la poesía, que es más bonito.

El país ha entrado en un círculo vicioso del que no saldremos tan fácilmente. El Gobierno ha creado un mega gobierno del que cuelgan multitud de asesorías, chiringuitos y direcciones generales que, esencialmente, están sin contenido, pues no tienen otra finalidad que contentar a su adversario político con el que se sustenta el Gobierno de la nación.

Esa mega estructura esencialmente inútil y ministerios de chicha y nabo comen, comen mucho, y la única forma que tiene el Gobierno de la nación para tener contentos a los de Podemos, Bildu, ERC, es apretándonos las clavijas a los ciudadanos. Lástima que en 1970 Franco derogase la Ley de Vagos y Maleantes.

Para que no se pongan nerviosos los lectores de la izquierda, les diré que el primer proyecto de esa ley la redactó un tal Manuel Azaña, siendo aprobada definitivamente en el Parlamento, mayoritariamente de izquierdas, el proyecto del catedrático de Derecho Penal y miembro del PSOE don Luis Jiménez de Asúa. Ahora, relájense, que no es una Ley de Franco ni de ningún facha, sino del Gobierno de la República de cuando gobernaba la izquierda.

Una vez más debo mencionar las subordinadas. ¡Qué haríamos sin ellas y qué difícil es retornar al hilo! Pues bien, casi la mitad de lo que pagamos al amable gasolinero, ese profesional que a veces nos llena el depósito si no tenemos que hacer nosotros su trabajo. Cuanto más sube el combustible, más impuestos pagamos, pues se calcula en base a porcentajes. Si es que estos del Gobierno no son tontos, aunque lo parezcan a veces.

Para solucionar los problemas del transporte bastaría reducir ese porcentaje, esa tajada por litro de impuestos que, después, se reparte entre el Gobierno central y el autonómico.

El Gobierno no entiende, o no quiere entender, que nuestros bolsillos ya están vacíos, que no nos puede sacar más dinero para gastarlo en sus cosas. Olvidan a diario que los Presupuestos del Estado se hacen con nuestro dinero, con el de usted y con el mío, y que ellos juegan con él y no nos dan explicaciones; y cuando un Director General se dedica a frecuentar un prostíbulo, con su champagne y cocaína pagados con la Visa pública, hay que tener claro que les hemos pagado usted y yo la tarde. Vamos, que les hemos invitado. Es nuestro dinero.

Cuando el señor Sánchez Castejón se come seis mil euros al año de jamón en el Falcon, que también es nuestro, le estamos pagando el jamón usted y yo, y toda la gente que no puede llegar a final de mes. Los arreglos a la casa de veraneo, que también es nuestra, ahora que no hay vivienda pública, se lo pagamos usted y yo. Esos trajes que lleva, y que tan bien le lucen al Presidente, se los pagamos usted y yo.

Esa es la realidad y todo eso tiene una solución muy fácil.

La solución es poner a dieta a la Administración Pública. Suprimir ministerios (el país con el gabinete más numeroso), suprimir chiringos injustificables, pagos y dietas innumerables, cargos de confianza que no saben hacer una 'o' con canuto. La que ha sido cajera que vuelva a su puesto y sin paga de ex ministro. Demasiados michelines tiene esa administración.

No nos la podemos permitir. Cuando una familia no se puede permitir un nivel de gasto, simplemente, no lo asume, y en lugar de comer solomillo, come pollo. Eso es lo que tiene que hacer la administración. Una máxima en el mundo económico dice que la oferta crea la demanda. No creemos oferta. Liquidemos lo que no es imprescindible y veremos que se crea empleo, que aparecen emprendedores y se acortan las colas del hambre, porque ustedes, señores políticos, se están comiendo el dinero de nuestras familias, nuestro pan.

¿Quiere ejemplos? Se los puedo dar. ¿Qué hace Cosme Bonet por nosotros? Y Sonia Vivas? ¿Y Noguera, Hila, Montero, Grande-Marlaska, Alegría (¿sabían que una ministro se llama Alegría?), Sánchez Jiménez, Rodríguez y Darias? ¿Y Fina Santiago, Mir y Castro?

Muchos de estos tienen coche oficial, seguridad y dietas por desplazamiento, y personalmente no sé qué hacen por mí ni por el resto de ciudadanos de este pequeño País. Es el momento de suprimir prebendas, canonjías y a paniaguados, y que todos nos pongamos a trabajar. Si no, esto no remonta y ¡quién sabe qué puede hacer la ciudadanía sin dar nada para cenar a sus hijos!