La guerra desatada por Rusia contra Ucrania este jueves amenaza la estabilidad y las economías principalmente de Europa. Más allá de la víctimas mortales que ya se están cobrando los ataques en suelo ucraniano -y que constituyen la consecuencia más dramática de la amenaza bélica puesta en marcha por Putin- la guerra ha provocado una honda preocupación en los países occidentales, que han rechazado de forma unánime la acción de Moscú.
La guerra provoca miedo e incertidumbre. Es significativa la imagen de este jueves del visor de vuelos comerciales en tiempo real, en el que se veía totalmente libre de aviones civiles el cielo de Ucrania. Las compañías aéreas se han visto obligadas a buscar alternativas para sus enlaces a fin de evitar consecuencias irremediables derivadas de intenso ataque desplegado por Rusia. También las bolsas, incluida la española, se han desplomado nada más conocer la ofensiva militar.
Que la incertidumbre se proyecte sobre las economías de los países directa o indirectamente afectados -entre ellos España, como parte de la UE y de la OTAN- es un dato cierto que llega tras dos años de una crisis provocada por la pandemia del coronavirus. La guerra pone en riesgo la incipiente recuperación y podría dar al traste con muchos de los planes trazados desde Europa para volver a la normalidad.
La propia Unión Europea, por boca de la presidenta de la Comisión, Ursula von de Leyen, ha anunciado sanciones "sin precedentes" contra Rusia por su ataque sobre el territorio soberano de Ucrania. Pero queda por ver si esta presión de las democracias occidentales es suficiente para aplacar las ansias expansionistas del régimen autocrático de Putin; un régimen consciente del chantaje energético al que puede someter a muchos de los países que exigen frenar sus planes.
Es improbable que el presidente ruso decida variar su estrategia, toda vez que ha optado por dar por superadas las negociaciones diplomáticas emprendidas durante semanas y ha elegido los misiles y los tanques como argumento expeditivo para lograr hacerse con el país vecino, o una buena parte de él. Como ya hizo con Crimea hace ocho años.
En todo caso, la respuesta desde Occidente a la agresión debería ser contundente, por la defensa de la soberanía de Ucrania y las vidas de sus ciudadanos, por el respeto a los acuerdos internacionales vigentes, por la seguridad de todo un continente y por el bien de los propios intereses de Occidente. Parar a Putin es una necesidad urgente.