OPINION

Manos unidas de mujer

Juan Pedro Rivero González | Jueves 10 de febrero de 2022

Cada mes de febrero salta a algunos medios de comunicación la invitación que Manos Unidas, ONG para el desarrollo, a no olvidar a quienes carecen de los medios necesario para una vida digna, sintiendo que el llamado Tercer Mundo es parte de nuestro mundo.

De esta entidad me llaman la atención dos aspectos: primero que se trata de una ONG católica conformada solo por mujeres. Tal vez sea este el motivo por el que los gastos estructurales no alcanzan en 7 % de los donativos recibidos. Un compromiso con la ternura evangélica que el genio femenino sabe recoger de peculiar modo. Y, en segundo lugar, me llama la atención que siguen gritándonos la vergüenza del hambre en el mundo. Más de mil millones de personas sufren hambre extrema. Esto es terrible.

Unir las manos, apretarnos las manos, chocar nuestras manos…, experiencias de las que nos hemos privado durante este tiempo pandémico. Primero fueron los codos, ahora los puños, pero hemos olvidado en la práctica el gesto de sentir las manos del otro entre las nuestras. Y cuando nos desvinculamos de la carne ajena, detrás va nuestra desvinculación de su existencia. Al menos de esta manera institucional recuperemos el silencioso abrazo de la unión de nuestras manos por un horizonte de fraternidad real.

El viernes 11 de febrero es llamado día del Ayuno Voluntario. Otros ayunan porque no les queda otro remedio. Pero quienes podemos comer o dejar de comer, gastar o dejar de gastar, picar o dejar de picar, estamos invitados por Manos Unidas a privarnos de algo para ayudar con ello a tantas personas que no han tenido la suerte de nacer en esta ledo del mundo. Les pondo un ejemplo muy sencillo: ¿Qué aportaríamos desde Canarias -con dos millones de habitantes- si nos priváramos solo de un cortado el próximo viernes? Suponiendo el precio más barato, tal vez podríamos aportar la sorprendente cantidad de dos millones de euros. ¡Lo que harían las manos de mujer que Manos Unidas con esta donación!

¿Y si en lugar de un cortado hiciéramos, en serio, -que hasta le podría venir bien a nuestros sobrepesos-, un serio ayuno voluntario el próximo viernes? Ni se lo pueden imaginar…

Cosas pequeñas, hechas por personas pequeñas, en pequeños rincones, construyen grandes acciones de valor incalculable. La grandeza de una pequeña acción está, precisamente, en su pequeñez. Muchos pocos hacen mucho. No se trata de que los poderosos arreglen las cosas que, tal vez por ser poderosos más que solucionadores son promotores de los daños, sino que las grandes obras están hechas por la suma de pequeños compromisos individuales de pequeñas manos que se han unido para lograrlo.

Cuentan que un famoso rey quiso repartir su reino entre sus cuatro hijos a partes iguales. Los llevó a la montaña más alta de su territorio, desde la que se podía divisar gran parte de su reino y les pidió que cada uno rompiera una flecha de su aljaba. Y así lo hicieron. Les pidió después que le entregara cada uno una flecha y, tomando las cuatro flechas en sus manos le pidió a cada uno que intentara romperlas juntas. Fue imposible. La lección era fácil de entender: Un reino dividido es fácil de derrotar; unidos es muy difícil de dominar.

El mundo solo será un mundo si todos tenemos las Manos Unidas.


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