OPINION

Sánchez y Scholz

Marc González | Miércoles 19 de enero de 2022

La minicumbre hispano-germana del lunes, que reunió a nuestro presidente del Gobierno y al flamante canciller alemán, Olaf Scholz, se intenta vender desde La Moncloa como una nueva conjunción astral progresista -la anterior era la alineación planetaria Barack Obama-José Luis Rodríguez Zapatero-, que debe redimir a Europa de todos sus problemas.

Sin embargo, Scholz está cultural e ideológicamente en las antípodas de Pedro Sánchez, por más maquillaje que los socialistas españoles quieran aplicar al encuentro.

Para empezar, el SPD es un partido de Estado, acostumbrado a sacrificar sus intereses privativos por los del conjunto de los ciudadanos de su país. Así se explica que ya en 1966 los socialdemócratas alemanes pactaran con los cristianodemócratas de Kiesinger en la primera Grosse Koalition de la historia germana. Ello no solo no desgastó al aspirante socialdemócrata, Willy Brandt, sino que lo impulsó a la cancillería en la siguiente legislatura.

Aquí es distinto. Los socialistas jamás pactarán con el Partido Popular -salvo para repartirse cargos en determinados órganos- y, mucho menos, es siquiera imaginable una gran coalición de gobierno. Antes, como se ha visto, están dispuestos a entregar las riendas de España a todos aquellos que abogan por su exterminio, como independentistas vascos y catalanes, bilduetarras y podemitas comunistas de raíz bolivariana. Ni siquiera la aparición de Vox -que, afortunadamente, ha centrado al PP- les ha hecho cambiar de postura.

El SPD no es un partido revisionista, ni mucho menos hagiógrafo de los capitostes del socialismo real, sino el primer enemigo del comunismo de la Europa oriental, en la que muchos socialistas españoles hallaron acomodo. En contraste, el PSOE reivindica una república que fue dinamitada desde dentro por sus colegas y sus compañeros de filas anarquistas y comunistas, abocando a España a una cruenta Guerra Civil y a la dictadura que la sucedió. Un partido que ensalza figuras como la de Francisco Largo Caballero, del ala prosoviética del partido socialista, dispuesto a vendernos a la URSS, como de hecho hizo para convertirnos en un satélite del estalinismo, aunque la jugada no acabara de salirle bien.

Comparar al PSOE con el SPD es una broma de mal gusto. Lo es también porque Alemania tira de un carro lastrado por el despilfarro de lo gobiernos como el que padecemos, que ven el rescate de la UE, no como lo que es -una vergüenza que evidencia cómo de mal se han hecho las cosas antes de la pandemia-, sino como una lluvia de millones para que siga la fiesta y, sobre todo, para que Sánchez continúe sentado en su mullida poltrona.