¿Cuántas veces habremos debatido si dejar o no dejar propina? Es más, ¿Cuántas veces nos hemos planteado qué cantidad dejar como propina?
Según el diccionario de la RAE, se define propina como: agasajo que, sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción, se da por algún servicio. También se habla de gratificación pequeña con que recompensa un servicio eventual. Se habla, pues, de agasajo o gratificación. Ello que nos hace pensar en una cantidad inferior a lo que se nos cobra por el servicio, pero con la entidad suficiente como para dejar claro un nivel determinado de satisfacción.
En determinados países este tema está resuelto por sus leyes o por sus costumbres. Analizando algunos de ellos, tenemos que el rango “oficial” va entre un 10% de los países latinos, hasta un 15-21% de los EEUU. El dato curioso, lo aporta Brasil que no solo establece un 10%, a ser abonado en calidad de propina; sino que determina cuál es la distribución de esta cantidad. Estableciendo que un 20% irá a los empleados y un 80 al patrón. El concepto, en este caso, dejaría de ser un reconocimiento, para pasar directamente al rango de impuesto o tasa.
En sectores como las compañías de cruceros, se fija una cantidad que se deberá abonar en concepto de propina que será entregada por los pasajeros en recepción a su salida y en un sobre, donde se puede hacer constar una preferencia de empleado. Quienes han viajado en estos hoteles flotantes, saben que además de ese sistema, existe también el “estrechamiento de mano con sorpresa”, para premiar de forma especial y directa a quien te ha dedicado su tiempo, de forma especialmente atenta.
Aún con todo lo que se ha escrito sobre el tema de la propina -“tip” en inglés, “pourboire” en francés, “trinkgeld” en alemán- nos sigue asaltando la duda de si es conveniente dejar o no. En primer lugar, se ha de tener en cuenta que los sueldos del personal de hostelería vienen regulados por convenio y año tras año se consigue algún ligero aumento -hay años en los que no se ha conseguido- por lo que no se debería dejar ninguna cantidad extra más allá de lo que se establezca en la factura que se le presenta al cliente. Pero aunque venga el sueldo regulado por Convenio, hay que decir que eso no le quita el que hablemos de sueldos de rango bajo. Otra cosa, como he dicho en líneas anteriores es que por Ley del País donde se ubique el establecimiento que visitamos, se determine una cantidad en concepto de pago de servicios o directamente especificando el concepto de propina. En esos casos estaremos obligados y el motivo seguramente tendrá que ver con que en el sueldo del empleado, se cuenta con esa parte que no paga su empleador, sino el cliente directamente.
Pero, centrémonos en España y concretamente en Canarias. En nuestros establecimientos la propina no es una forma de pago, tampoco de donación. Ni tan siquiera es una manera de hacer sentir importante a quien la aporte -aunque alguno lo pretenda-. En la tierra en la que vivimos y convivimos la propina es absolutamente voluntaria. Y tal y como se recoge por la información turística para visitantes, de los organismos públicos, ha de ser “dejada” solo si se desea.
Teniendo lo anteriormente dicho como premisa importante, ahondemos algo más en este concepto que tanto nos entretiene al final de cada servicio recibido. Hemos de tomar el momento de entrega de propina, como un acto “formativo” del cliente hacia quien la recibe. Podría denominarse algo así como: Prueba objetiva sobre el nivel de atendimiento al cliente (P.O.V.A.C.) en lugar de propina. Veo más efectivo, a la hora de señalar a quien da el emolumento, el concepto de profesor de la asignatura “atención al cliente”, que el de magnánimo ilustrísimo señor cliente -no crean, algunos se ven asimismo de esta manera-. De hecho yo he escuchado decirle a un camarero la frase, tan soez como mezquina, de: ¿estarás satisfecho con la propina que te hemos dejado, verdad? Si alguien se siente ofendido por verse retratado, le ahorraré conocer la respuesta, que para sus adentros, le habrá dado quien escuchó la pregunta.
Por esa razón, prefiero hablar de acto de docencia en esa pequeña transacción económica: P.O.V.A.C., por nivel de atención en el servicio. De esta manera, si alguien considera que el servicio recibido, ha sido merecedor de un reconocimiento, su mejor forma de manifestarlo es con una buena cantidad extra. Si por el contrario, se ha sentido mal tratado, la propina, debería ser significativamente irrisoria. En el primer caso, quien la recibe sabrá que su forma de trabajar está siendo reconocida por su cliente y se motivará. En el segundo caso, quien vea en el platillo de pago, diez céntimos, habiéndole devuelto algún billete y monedas de euros, se quedará pensando en lo roñoso que es el cliente que le atendió, o si es un profesional medianamente lúcido pensará el porqué de dejarle diez céntimos, cuando pudo no haberle dejado nada.
En cierta medida, este párrafo anterior, responde también a la otra pregunta de cuánto dejar de propina. Hay algunas medidas que son más o menos establecidas. Por ejemplo en facturas grandes de grupos la propina, si se decide dejarla, ha de estar en consonancia con el personal que ha intervenido para atenderles y, por supuesto, el nivel de atendimiento -siempre debería estar presente la labor docente- Así, si el grupo es de diez personas, se podría hablar de un euro por comensal. Si el grupo es de veinte, se podría considerar el dejar cincuenta céntimos por persona o aproximado -tampoco sería desdeñable la medida de un euro por persona-. Claro está que siempre entraría en valor el importe total de lo consumido. Por esa razón, se habla de dejar entre un 5% y un 10% del total, sin olvidar meter en el análisis el número de camareros que han estado atendiendo la mesa.
En los hoteles, si se desea dejar este “detalle formativo” del que hablo a, por ejemplo, una camarera de pisos; mi consejo como profesional del negocio, sería dejarlo en un sobre cerrado en recepción a nombre de quien atendió su habitación -es costumbre que su nombre figure en una tarjeta en la encimera del baño-. Ese es mejor detalle y evita confusiones si se deja en la habitación. Además, cuando la dirección vea que una persona destaca en sobres recibidos, sabrá que está ante alguien que deja el pabellón del hotel en lo más alto. Y, no se preocupen, el sueldo de la persona receptiva, no bajará pues como he comentado, está regulado por convenio. Otra cosa es que el hotel no lo permita.
En otros negocios como el del taxi, la propina suele ser el redondeo de la cantidad al dígito inmediatamente superior. Salvo que se trate de un viaje organizado que ya viene fijado en cifras redondas, o que hayan acarreado maletas. En esos casos, la propina se calcularía con el nivel de “docencia” anteriormente expuesto para el caso de la restauración.
Una tía abuela mía, hacía una rosa con la servilleta de papel y uno de los elásticos que siempre cargaba y se la entregaba a quien le atendía. Tal vez cueste creerlo, pero en alguna ocasión, vi como la persona que recibía la rosa, quedaba más contenta que si hubiese recibido una propina al uso.
¿Qué pasaba en esos casos?
Simplemente que quien recibida la rosa de papel -hecha con una perfección absoluta por quien en aquellos momentos ya pasaba de los ochenta largos- lo hacía sabiendo claramente que quien se la daba estaba contenta por tratado dispensado.
Yo no sé hacer rosas de servilletas. Soy de los que dejo propina y ésta va con la dosis de “docencia” necesaria. Tampoco se trata de aprender a hacer rosas de servilletas para ahorrarse la propina.
En alguna ocasión -lo confieso- sí que he dejado los diez céntimos. Confío en que hayan entendido el mensaje.