Juan Pedro Rivero González | Jueves 16 de septiembre de 2021
¡Cuántos líos se arman cuando los herederos se enfrentan al reparto testamentario de sus padres! Este es un tema que merece una reflexión que incluya cordura y perspectiva vital, porque el esfuerzo de los padres, la mayoría de las veces pensando en el bien de sus hijos, termina convirtiéndose en la fuentes de la discordia, el enfrentamiento, la envidia y demás pecados capitales.
Es recurrente aquella anécdota. Le comentaban al Obispo fundador de Cáritas de Tenerife, don Domingo Pérez Cáceres, que existía una familia que era un dechado de virtudes fraternas, que iban juntos a todas partes, que los hermanos, cuñados, tíos y sobrinos eran una roca de fidelidad y convivencia. Todo perfecto. Y el viejo obispo, con esa sorna típica de la gente de campo acostumbrada a relativizar los juicios, preguntó: “¿Ya partieron?”. Una pregunta tan irónica como descriptiva de lo que suele ocurrir cuando se abren las últimas voluntades.
Lo que los padres suelen imaginar que es un medio de alivio, de ayuda, de sostén y apoyo, se convierte en el indescriptible motivo del distanciamiento fraterno. Y desgraciadamente se repite la historia de generación en generación, como si no aprendiéramos nunca que las cosas son cosas y las personas personas. Despistándonos en muchas ocasiones y sucumbiendo a la tentación de tratar a las cosas como si fueran personas; lo que nos sitúa en la tesitura de tratar a las personas como si solo fueran cosas.
El día 13 de septiembre se celebró en España el día del legado solidario. Una iniciativa extraordinaria de dar a los bienes materiales que dejamos tras nuestra muerte un destino que no olvide la solidaridad y el bien común. Cáritas y Manos Unidas, entre otras entidades y ongs, han recibido la generosidad legada por donantes que, en todo -por no tener herederos directos- o en parte -por tenerlos-, han dejado a estas entidades de labor social un legado solidario en su testamento.
Recuerdo a una señora viuda a la que se le murió su único hijo y, sabiendo que ya él no podría disfrutas de aquellos bienes, constituyó a Cáritas diocesana de Tenerife como heredera universal de sus bienes. Este gesto no va a quedar recogido en la historia ni la comunidad internacional va a valorarlo, pero aquellas cosas se han convertido en fuente de bien para personas concretas que recibirán una caricia de una mano desconocida desde la eternidad feliz. Recuerdo a un señor que, teniendo tres hijos, me comentaba que les había dejado a cada uno de sus hijos una casa y un solar, pero que tenía un piso de verano que deseaba dejarlo a Cáritas diocesana de Tenerife porque quería poder hacer bien aún después de su muerte.
La vida es un don extraordinario que recibimos sin haberla buscado; nos hemos descubierto vivos. Más allá de ese don inicial -estar vivos-, todo lo que usamos, aprendemos, todas las cosas que hemos podido tener y usar no han hecho otra cosa que engrandecer el don de estar vivos. Hemos recibido mucho de la familia y de la sociedad. Hemos recibido todo. Dejar un legado solidario es un gesto que marca una clara opción por darle a las cosas el valor de cosas y a las personas el valor de personas.
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