OPINION

Cuando todo está perdido

Juan Pedro Rivero González | Jueves 09 de septiembre de 2021

¿Qué hacer cuando no se puede hacer materialmente nada? ¿Cómo manejar la frustración que genera la impotencia ante una situación de vulnerabilidad irresoluble? Porque hay situaciones en la que podemos hacer humanamente es acompañar el dolor. Pasa como con las enfermedades incurables y de pronóstico terminal. Solo se puede cuidar y paliar.

No introduzco la solución extrema de eliminar el problema eliminando a la persona. Descarto ese descarte radical, valga la reiteración de conceptos. Me refiero al trabajo en situaciones sin solución de futuro. Porque existen y nos solemos encontrar con ellas.

No cabe duda que el trabajo social necesita habitar espacios de esperanza. Muchos iniciaron los estudios en este ámbito académico con el deseo interior de ayudar a los demás. Pero no siempre la ayuda que podemos prestar es una solución al problema. En ocasiones es una salida que meramente palía el problema. Y esas situaciones generan una carga emocional que debemos saber manejar para no rompernos por el camino.

La lengua castellana, nuestro español escrito y hablado, posee una riqueza especial cuando usa el verbo de identidad. Distinguimos ser y estar. En otros idiomas se usa el mismo término verbal. Y en una situación como la que se describe nos resulta útil reconocer que si nos podemos ser solución para la otra persona, al menos podemos estar con ella compartiendo su dificultad.

Pasa como con la doble finalidad de los servicios sanitarios que curan y cuidan. Es evidente que cuando logran curar parece que han cumplido su misión; pero si solo pueden cuidar puede parecernos que su labor ha sido infructífera. No es así. Cuidar es, precisamente, lo importante, durante todo el proceso; antes, durante y después de una atención terapéutica el cuidado define la labor. Cuidar a la persona siempre, aunque su problema no tenga solución.

Cuidar necesita la presencia. Por eso el verbo estar es parte ineludible de la identidad del cuidador. Cuidamos estando. A distancia o tele trabajando es difícil ser cuidador. Imposible más bien. Por eso, a las preguntas con las que abría esta colaboración me gustaría poder responder con la expresión verbal «estando».

No es difícil recordar a la santa de Calcuta, a la Madre Teresa, que recibió de Dios la gracia de una vocación tan especial como específica: “Ayudar a morir bien a los enfermos terminales”. No era un planteamiento de resolución de problemas, de inserción o de inclusión. Se trataba solo de acompañar el final inevitable, acompañar cuidando a quien tiene como único futuro inmediato la muerte.

Eso solo se puede hacer cuando se cree verdaderamente en el valor de la vida. Y esa esperanza en la vida es la que alimenta y desarrolla una adecuada capacidad de manejar la frustración de lo irresoluble.

Otro viejo testimonio de un viejo sacerdote de esta diócesis que murió el pasado mes de julio no marcaba un envite similar cuando afirmaba que “solo podemos decir que no podemos hacer algo cuando hemos perdido la capacidad de amar”. Siempre hay algo que se puede hacer. Aunque solo sea amar a la persona cuyo problema no tiene solución.

Al final siempre es la esperanza y el amor. Y la fe en la Vida.


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