Si atendemos a las cifras de ciudadanos que han recibido la vacuna de la COVID19 es obvio que podemos considerar que sí. No ya porque el número de personas que han recibido la dosis completa roce el 70% de la población convocada. No sólo porque la disminución del número de enfermos con enfermedad sintomática, ingresados y graves en los rangos de población vacunada sea muy importante, que también.
Este mes de agosto, en plena quinta ola, se está afrontando con una clara tendencia de disminución de los contagios y de los índices acumulados (IA) a pesar del aumento muy importante de la movilidad.
Hace exactamente un año, en el mes de agosto, se estaba iniciando la potente segunda ola con incrementos de IA que triplicaban los previos. De hecho, esta ola nos llevó, con largas y tortuosas subidas y bajadas de incidencia a la situación actual.
El hecho diferencial entre las dos realidades separadas por un año es la inmunización poblacional.
Sin embargo, entre estas dos situaciones cronoequivalentes y a pesar de la desescalada actual, la cuarta y la quinta ola han estado protagonizadas, respectivamente, por las variantes alpha y delta, a cual más contagiosa que la anterior.
El equilibrio entre población vacunada y protegida y nuevas variantes han prolongado y potenciado una epidemia cuya erradicación resulta cada vez más difícil, a pesar de la tendencia asimétrica hacia la inmunización global.
El escenario que nos sitúa en la aparición de variantes más invasivas generadas en países en los que el virus corre sin protección vacunal, en especial del continente africano, no es para nada desechable.
Continúan quedando nichos de población no protegida, grupos de edad que no consolidan los niveles de anticuerpos y las inevitables modificaciones naturales de las variantes prevalentes seguirán produciéndose.
La COVID-19 continuara extendiéndose y tendrá ocasión de seguir evolucionando, dado que los niños no están siendo vacunados y un porcentaje de la población de esas regiones que rechaza la vacunación.
Esta realidad que tantos quebraderos esta dando precisa, ya desde hoy, tres pilares para su contención:
Los países productores de vacunas deben realizar un esfuerzo concertado para fabricar, transportar y ayudar a administrar las vacunas en el resto del mundo. Las barreras en Norteamérica y la UE para evitar la replicación del virus no tienen impacto en la expansión y replicación del virus en el resto del mundo.
Disponer de una ley de pandemias ( nueva o modificando las normas de salud pública) que permita ajustar la movilidad y las restricciones a la situación epidemiológica con criterios técnicos y bajo soporte jurídico adecuado.
Respetar la distancia social, utilizar la mascarilla y realizar aislamientos-cuarentenas cuando esté indicado.
La verdadera inmunización se dará cuando hayamos adquirido la conciencia ciudadana que nos permita cumplir con las recomendaciones de la autoridad sanitaria adecuadas a la realidad epidemiológica. De forma disciplinada y mientras virus -variantes- y vacunas controlen la expansión de exposición viral ante la constante evolución adaptativa del virus.
Ninguna de las 5 olas anteriores fue prevista por las autoridades ni por los técnicos hasta que ya era una realidad.
Quien hace lo mismo corre el peligro que le siga sucediendo lo mismo. Y la sexta, estadísticamente, será una realidad. Y los ciudadanos no sólo somos sujetos pasivos.
De lo contrario seguiremos a la contra de un minúsculo microorganismo acelular, al que estamos dando muchas oportunidades, que nos entra por las vías respiratorias hasta las entrañas y enferma a las personas y paraliza la actividad social y económica.
Buen finde.