La sanidad pública es la empresa que ostenta el patético y penoso primer lugar en la temporalidad, precariedad y eventualidad de sus profesionales.
Eventuales e interinos crónicos. Pero quien ha creado la temporalidad? ¿La convergencia cósmica? ¿El esperma d los paramecios? No. Los gestores sanitarios y las administraciones públicas. Este contexto que ahora es público gracias a la sentencia de la UE se ha ido construyendo con la implicación deliberada y contumaz de los gestores sanitarios durante los últimos 10 años.
La brillante gestión ha consistido en, paterizar a los médicos con contratos subsaharianos y con incumplimiento reiterado e intencionado de las opes (deberían ser cada dos años) , pasándose las negociaciones y los pactos por el forro . Esa ha sido la estrategia seguida, aderezada siempre con el argot gestor.
Eso año tras año. Pero eso sí , el acoso a los profesionales ha sido constante : jibarizacion de carrera profesional , jubilaciones forzosas , recortes sanitarios , acoso y derribo de la primaria , urgencias sobre saturadas , trabajo estajanovista en veranos depredadores con menos de la mitad de las plantillas , condiciones laborales donde se generan graves conflictos bioéticos y un gran desgaste profesional, epidemia de médicos con burnout y desahucio del liderazgo clínico , con muy escasa participación de los profesionales. La dignidad de los profesionales y la sanidad pública nunca han estado tan amenazadas.
El protagonismo de los gestores ha sido evidente. Ahí están los mojones. Pero una autocrítica más que nunca es necesaria hacerla. Hay que reconocer que eso ha sido posible gracias a la actitud, respuesta, conformismo, pasividad, equidistancia y nihilismo ( bueno salvo en algunas excepciones ) de los profesionales.
Bien ahora hay que cambiar de chip cognitivo y sobre todo conductual. Y sobre todo de actitud. Esto ya no puede seguir así. Ahora tenemos, mejor dicho debemos de decir basta. Ahora toca exigir. Contratos dignos y respetuosos .Retribuciones adecuadas a nuestra responsabilidad, a nuestra excelencia profesional, a nuestro liderazgo y a nuestro compromiso con nuestros pacientes.
Tenemos que rescatar y renovar la esencia de nuestra profesión, aquello que estructura de forma idiosincrásica nuestro vínculo con nuestros pacientes, aquello que se remonta a tiempos muy pretéritos y que se plasma en el juramento hipocrático: la relación médico-paciente. Es esto lo que está en juego. Es lo que están amenazado por las condiciones laborales en las que ejercemos nuestro quehacer.
Claro que la responsabilidad ética es personal pero no es tolerable, ni admisible que el contexto sanitario que las decisiones políticas y gestoras actuales generan , determinen escenarios que afectan negativamente a los profesionales y sobre todo a la calidad y calidez asistenciales que merecen los pacientes .
La Cesm (confederación de sindicatos médicos) ha definido claramente sus objetivos, prioridades y líneas rojas. La relación médico paciente es el elemento vertebrador, referente y básico. Que gran proyecto el de impulsar el que la Unesco la declare patrimonio de la humanidad, así como empoderar al colectivo médico como líder en la gestión clínica.
Ahora que valorar si es necesario pasar a la confrontación si la administración no cumple la ley , si no se recuperan los derechos recortados y si no se adapta la financiación a las necesidades sanitarias de los ciudadanos y a la viabilidad de la sanidad pública , que debe de garantizar una accesibilidad real a la atención sanitaria, minimizando las largas listas de des-espera que soportan los ciudadanos y sus familias y que acarrean graves daños personales y sociales colaterales y que provocan un devastador burnout del colectivo médico.
Ahora toca. Otoño caliente y respuesta más contundente y global ante esta situación indigna si la administración y sus gestores siguen manteniendo sus estrategias de maltrato institucional a los profesionales.
Recuerden: aun, aquí y ahora que estamos en derrota transitoria, pero nunca en doma y menos en quejorrea lacrimógena y moqueante .