En el mes de Julio con el comienzo de la temporada de verano en Tenerife, escribí este artículo que solo mostré a un pequeño grupo de contactos en una red social. Después de esto ha llegado la quinta ola de la maldita pandemia y con ello, se nos ha encharcado la posibilidad de que el turista, tal y como conocemos los datos estadísticos de ocupación, volviera a ser una buena noticia. Afortunadamente, como el mundo empresarial turístico está revestido de un optimismo a prueba de muchos obstáculos, incluido el virus, ya estamos pensando en la fantástica realidad de nuestro turismo más significativo: el de la temporada de invierno. Así que, aprovechando la oportunidad que se me brinda desde www.canariasdiario.com, se me ha ocurrido volver a incidir sobre esta realidad para, como siempre digo, abrir sanos debates que nos aporten soluciones prácticas.
Que el turismo vuelva a caminar por nuestras plazas, calles y playas es algo que nos hará infinitamente felices. A muchos de nosotros, nos llenará de una gran alegría. Volver a ver a los turistas alquilar coches y pasear por nuestros campos y montes, será un placer.
Sin lugar a dudas es muy difícil pensar que zonas de España como nuestra tierra Canaria, puedan subsistir mucho más tiempo sin esa presencia de quienes aportan tanto beneficio.
La cuestión estaría en dilucidar si es el momento ideal para la llegada de un turismo masivo que vuelva a llenar todos nuestros establecimientos hoteleros y extra hoteleros. A ocupar todas las mesas de nuestra restauración y bares. A plantar su sobrilla en cada rincón de nuestra playas.
¿Sabiendo los beneficios que aportan, qué podría hacer pensar en un retraso en esa masiva llegada? No es necesario ser extremadamente inteligente para saber que el turismo, en estos momentos, puede aportar otros factores menos deseables y por supuesto limitantes a la hora de querer seguir mostrando un “optimismo irracional”. Desgraciadamente en la coyuntura actual, son también “potenciales portadores” al tiempo que “potenciales receptores” de algún tipo de cepa del virus de la covid19.
¿Prohibimos, entonces, la llegada a turistas internacionales y nacionales? Obviamente la respuesta se sustancia con un rotundo no; pero tal vez sea el momento de ir incluyendo algunas cuestiones a analizar.
Digamos que aceptamos la llegada de turistas pero con unas condiciones que tal vez puedan servir, incluso, de prueba para una posible transformación del tipo de turismo que se desearía tener en Canarias (también puede ser válido para otros puntos de asentamiento turísticos).
Digamos, también, que aceptamos que nos llegue el turismo, pero, al mismo tiempo, ponemos en marcha una trasformación profunda de nuestra mayor industria.
Digamos, en definitiva, que aprovechamos la actual situación para reacondicionar nuestra planta hotelera a fin de conseguir, en un plazo medio-largo, un turismo de calidad. A todos se nos llena la boca cuando se habla de este tipo de “clientela de calidad”. Pero, al mismo tiempo, nos dedicamos a construir cada vez mayores establecimientos que solo podrán ser cubiertos con un “turismo de masas”. Recuerdo cuando se abrió en Playa de las Américas el primer hotel con mil camas. Diseñado para un turismo de calidad. Con el tiempo, ese hotel hubo que ponerlo en precio atractivo -o sea, abaratarlo- para poder mantenerlo abierto. Los hoteles se hacen con una arquitectura muy atractiva, pero después hay que mantener sus camas ocupadas para conseguir que la cuenta de resultado permita mantener sus puertas abiertas y devolver a la parte empresarial el costo y el beneficio esperado, al mismo ritmo con el que se pagan las nóminas y proveedores. Sin olvidarnos del mantenimiento del edificio, claro.
Hay hoteles y complejos hoteleros en nuestro territorio que, claramente, necesitan una restructuración e incluso una desaparición, -o un reciclaje si se prefiere-. Hay ejemplos claros de lo que anoto. No hay más que darse una vuelta por el Puerto de la Cruz y seguramente se tropezarán en una de sus principales arterias, con el vivo ejemplo de lo que no se debe permitir. Cada vez que veo a un turista sacar una foto al desecho de edificio en el que pienso y seguramente el lector también, me quedo francamente preocupado por la cantidad de amigos de este turista que verán esa foto.
Retomando el tema de la revolución turística; pongamos que se limitara, de momento, el aforo de los establecimientos a un 60% y se aconsejara subir el precio de las camas en uso, a una cantidad que hiciera que solo pudiera llegar un turista de poder adquisitivo distinto al que nos suele llegar en temporadas de ocupación máxima. Y pongamos, también, que se elimina el “todo incluido” tan habitual en los “resorts” americanos. Esto, además, permitiría que las empresas que se suelen crear alrededor de los grandes hoteles y complejos de apartamentos, pudieran sacar la cabeza del pozo.
Vamos a ir organizando el plan: Disminuyamos los cupos; aumentemos de precio/cama; modifiquemos los tipos de servicio para conseguir que el turista no solo consuma dentro de los establecimientos y eliminemos o restauremos los edificios ya obsoletos. Estos son algunos pilares desde el sector privado. Pero desde lo público, también hay cosas que aportar. Como por ejemplo, abaratamiento de costes y tiempos para quien decida tirar al suelo un edificio para construir uno nuevo en su lugar. Analizar y decidir el número de camas a permitir en una zona (sé que esto es difícil y que ya ha ocasionado mucha tinta y controversia); aumentar la seguridad de las zonas púbicas y por supuesto la limpieza y adecentamiento también estaría dentro de la aportación púbica. En esta parte hay mucho por hacer tanto en carreteras, calles, aceras, jardines, barrancos, rotondas, etc., como en la formación de todo el personal (el activo y el que está sin trabajo). Si suena a mucho trabajo por realizar, es porque no se ha hecho con anterioridad. Pero se puede hacer. Cualquier cosa que hagamos en pro de nuestra mayor forma de ganarnos la vida, será apreciada.
Concluyendo: Bienvenida al turismo, sí. Pero alfombra roja, solo para el turismo de calidad. Y, este último, se ha de sembrar, regar y mimar. No nace de forma espontánea ni se trata de conseguir que nos llegue, únicamente nombrándolo repetidamente como si de un “mantra” se tratara.
El que sí que puede salir, si la siembra no es buena, es el que no respeta normas, el que molesta, el que deteriora imagen y hace huir al que realmente nos interesa. Y, este último del que hablo, es el que parece que más preocupa perderlo. ¿Tiene sentido? Para mí, al menos, no lo tiene.
Aprovechemos la mala situación para reinventar nuestra Industria.
Aprovechemos el momento que se nos está brindando.
Señoras/res políticos, señoras/res empresarias/os, necesitamos líderes capaces de creer en la transformación del subsector del turismo. Al personal, y al entorno sindical, solo me resta sugerirles que se formen mucho y más. No permitan que sus puestos se puedan poner en duda por esa falta o interés en la formación.
Turismo de calidad: bienvenido.