OPINION

Turismo: ¿beneficio o perjuicio?

José Luis Azzollini García | Martes 10 de agosto de 2021

Cuando miramos en nuestro entorno, viviendo en Tenerife, observaremos como, poco a poco, todo ha ido creciendo con una base tan sólida o tan inestable como se puede dar en el mundo del Turismo.

En mi caso tengo edad como para echar la vista atrás y recordar que el Turismo, tal y como se ve en la actualidad, no era más que un producto de la imaginación. En cualquier caso, las postales nos dejan ver la coexistencia de zonas turísticas como el Puerto de la Cruz, con campos llenos de verdor y de movimiento.

En los años 80, el sur de Tenerife se vio invadido de grúas y más grúas. Edificios que habían quedado parados por una crisis anterior, ahora se terminaban de construir. El terreno donde “sembrar” hoteles y complejos extra-hoteleros, se ensanchaba hasta niveles insospechados años antes. Y, a medida que los territorios turísticos iban creciendo, se iba abandonando el campo. Al final de los años 90, el sur de Tenerife ya se había expandido tanto, que hasta se había hasta subdividido en distintos productos turísticos: La zona de Arona, subdividida en la Parte de Los Cristianos y algo de Playa de las Américas, más la zona de Ten-bel. Y la zona de Adeje, también con sus otras subdivisiones pues, a la co-parte de Playa de las Américas, se le unía toda la construcción de la zona del Duque y hasta La Caleta. Pero asimismo, se comenzaba a cambiar el cultivo de plataneras de Armeñime por más establecimientos turísticos, campos de golf y urbanizaciones con mansiones dignas de película.

A las montañas que se divisaban desde la autopista cuando uno se trasladaba desde los Cristianos hasta Adeje, se les cambió el tono verdoso-ocre, por el de un esperpéntico batiburrillo de colores que conformaban una escalera de complejos de apartamentos, casi todos con forma de cajas de fósforos y pintados cada uno como su arquitecto lo diseñó. Al principio se comercializaba con turismo al uso. Daba igual que estuvieran lejos. Si no se podía vender por estar cerca del mar, se vendía por tener vistas al mar. La cuestión era llenar sus unidades con un turismo que fuera capaz de aceptarlo.

Mucho más al sur -en el Sur Este-, se desarrollaba, también, la zona de Santiago del Teide, donde gracias a la Leyes de protección paisajística, no se construyeron “hoteles colgantes” en Los Acantilados. Todo lo demás si se transformó.

Esto es un resumen de lo ocurrido en los grandes núcleos turísticos de la isla de Tenerife. ¿Y qué pasaba en el resto de las comarcas? Bien sencillo: en algunas, como en Granadilla con el Médano, y San Miguel con Amarilla Golf, se intentó aprovechar el tirón de aquellas otras, pero sin gran éxito. Hoy por hoy, se sigue intentando aunque con resultados dispares. El resto de los municipios, se tuvieron con contentar con arañar algo de las excursiones y algo de turismo de compras o turismo cultural.

Y, ahí es donde yo intento responderme a una pregunta que hace algunos días me formuló un gran amigo: ¿Qué beneficio ha obtenido la población tinerfeña de todo ese crecimiento?

Si se contestara a esa pregunta, desde distintas posiciones, obtendríamos respuestas tan distintas, que parecería que se hubieran formulado diferentes preguntas y no una sola para todos.

Es bastante posible que desde el sector de la construcción, se hablara de la gran cantidad de mano de obra que se ha tenido que emplear en construir todo lo que hay ahora y lo que podrá haber en el futuro. Y estarán en lo cierto, pero desgraciadamente, en el sector de la construcción el nivel de paro en Tenerife, ha existido incluso cuando había mucho trabajo, puesto que la contratación se llegó a hacer con personal foráneo. Luego es discutible si la posible respuesta fuera por ese camino.

Desde los grupos ecologistas, seguramente, se estarían echando manos a la cabeza y maldiciendo en diferentes leguas. Sin lugar a dudas, estarían en la razón también, porque destruir verde para sembrar cemento, sí que es una realidad muy cuestionable. El progreso y otros intereses, parece que lo justifica todo cuando no debería ser así. No obstante, en este aspecto y bajo mi humilde opinión, los movimientos ecológicos, no ha evolucionado en demasía. Su presencia debería estar mucho más continua como para intentar analizar mejor todo lo que tenga que ver con el suelo y evitar el desastre absoluto. Desconozco si su aparente poca presencia haya tenido que ver con falta de apoyo, o por no haber sabido ganárselo; pero la realidad es que desde fuera no estoy seguro de que su labor conservadora del espacio natural se esté comprendiendo y valorando como es debida. Existen otros grupos que tienen más peso específico (todo proyecto que tenga que ver con urbanizaciones, ha de contar con el VºBº de una asociación involucrada en atender a discapacidades), lo que redunda en un beneficio directo para la población tinerfeña.

Si miramos a otros grupos y si se le hiciera la pregunta, por ejemplo, a las distintas partes políticas implicadas en este gran crecimiento, la respuesta sería variopinta. Se hablaría de: lugares de trabajo, turismo de calidad, engrandecimiento de zonas deprimidas, aprovechamiento de espacios sin vida, progreso. Sería la misma retahíla de siempre, así que se las ahorro.

El empresariado turístico e inmobiliario, también daría respuestas tan interesantes, como justificativas de sus intereses economicistas. Alguien podría pensar que son comunes a los de la población en general. Aunque, obviamente, desde distintas posiciones. Donde unos ven riqueza, la población vería oportunidades de trabajo. Pero, claro, si esa oportunidad no se les ofreciera porque la trajeran de fuera, lo único que verían sería “mucho cemento y poco beneficio”. De esto último estarán conmigo en que hay pocas dudas.

Pero, y el comercio en general, ¿qué diría? Creo, estar convencido en que habría disparidad de opiniones. Seguramente, habría quienes defendieran la construcción y/o ampliación de los terrenos dedicados al turismo, alegando que se conseguiría tener una población flotante consumidora de tiendas de hipermercados, de infraestructura, etc. Y, por otra parte, estaría quienes defendieran el turismo, pero sin llegar a la locura. Es decir, turismo sí, pero controlando su crecimiento. Pero, si desde esos intereses comerciales, vieran que el turismo que llega a esos establecimientos, ya no salen, porque dentro tienen de todo (alojamiento, todas las comidas, bazares, y entretenimiento, etc.), sin duda, lo que verían, también sería: “mucho cemento y poco beneficio”.

Yo también me hago la misma pregunta, y como me gusta implicarme, la respuesta que doy, la resumo en estos siguientes puntos:

El crecimiento del Turismo debería seguir unas pautas lejos de la especulación inmobiliaria. La ampliación de la oferta debería estar únicamente dirigida a satisfacer un aumento de la demanda. Pero no una demanda de turismo masivo, sino de auténtica calidad. Y si se construyera un nuevo establecimiento hotelero o extra-hotelero, que fuera porque ha desaparecido otra edificación similar.

El crecimiento turístico, debería frenarse donde ya existiera en demasía, y organizarse, de forma más controlada, en otros rincones de nuestra geografía insular. Por esa razón me mostré favorable a la construcción de “Punta Abona”. Eso sí, -recordando lo que escribí en un artículo anterior sobre ese tema-, controlando que no se convierta en otra situación parecida a lo que he escrito en líneas anteriores sobre lo de la construcción desmedida de Playa de las Américas. Cuando hablo de control, naturalmente, me refiero a establecer sistemas con leyes contundentes que impida más construcción que la que permita ofrecer las plantas hoteleras necesarias. Y, no dejaré de repetir, que siempre que, existiese demanda presente y futura. Si no fuera con este fin, para mí también estaríamos hablando de “mucho cemento y poco beneficio”.

El crecimiento turístico, debería ir acompañado de un crecimiento paralelo en formación, preparación y por ende, contratación, de la población isleña.

El crecimiento turístico tendría que ir de la mano de un beneficio directo para la población. Caso contrario: ¿qué sentido se le puede otorgar a tamaño dislate constructivo como el que estamos siendo testigos?

Seguramente lo habrá, pero en caso de que no lo hubiera, tendría que existir un plan racional y general de desarrollo turístico para esta isla de Tenerife. Yo he consultado un plan del Cabildo de la isla: “Plan Territorial Cabildo de Tenerife de 2005” -muy interesante, por cierto, y con un gran diseño- en el que se nos muestra algo de lo que reclamo en este artículo. Pero echo en falta, un estudio en profundidad, del nivel constructivo. Por ejemplo, no he conseguido encontrar respuesta de cuál sería el tope constructivo que soportara nuestros niveles acuíferos, nuestra capacidad de generación energética, nuestra capacidad sanitaria, nuestra seguridad, etc. No he encontrado nada de esto.

Crecimiento turístico, sí, pero con criterios de calidad continua. Esto es: que la calidad no se quede solo en la construcción de una bonita edificación, sino que contenga un plan de viabilidad de explotación hotelera de calidad, presente y, sobre todo, a futuro. Siempre insistiré en lo mismo. Los hoteles nacen como cinco estrellas gran lujo; pero subsisten, como edificios llenos del turismo que haya en cada momento por las circunstancias. Ahora mismo, por ejemplo, he leído ofertas para la población isleña del 45% de descuento en hoteles a los que, en circunstancias normales, únicamente se tendría acceso cuando se dispusiera de sueldos elevados.

Nadie debería estar en contra del desarrollo turístico en una isla que vive de ello. Pero sí que se puede ser reticente al desarrollo desmedido para que alguien pueda alcanzar sus objetivos financieros. En el caso de nuestro territorio, ¿la construcción sin límites de grandes hoteles e inmensas urbanizaciones aledañas, beneficia a la gente que vive en Tenerife? Esa era la pregunta.

Un fisco de respuesta, la he sacado de los datos sacados de una reunión de 2019 (antes de la pandemia) creo que de “Hosteltur”, donde se recogía que el 58,62% de las plazas hoteleras de la isla, estaban en manos foráneas (entre peninsulares, baleares e internacionales). Solo el 23,58% estaba en manos de empresas canarias. También había un porcentaje del 17,79% sin adscribir. Algo del beneficio de las grandes empresa de afueras, se reinvertirá en la zona, pero otra parte no menos importante, ¿se quedará en la isla?

Una gran parte de lo construido alrededor de los hoteles, ha sido adquirido por personas que ni tienen fijada su residencia en la isla. ¿En qué se habrá podido beneficiar el tinerfeño de ese crecimiento -muchos de estos complejos se vendieron en multipropiedad-? También sucede con multinacionales del alquiler de vehículos sin conductor. Y, hasta con las multinacionales de la alimentación. Insisto: Un número importante de empresas que operan en estas otras ramas de la economía, también son foráneas. ¿Cuánto reinvertirán en Tenerife?

Sin duda, la isla era mucho más atractiva cuando había menos construcción turística. Por esa razón, mantengo que crecimiento sí, pero controlado. ¡Muy controlado! y solo cuando sea necesario.

Aún hay tiempo.


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