OPINION

Mírame a los ojos

Juan Pedro Rivero González | Jueves 05 de agosto de 2021

Para algunos expertos los ojos son insuficientes para acompañar el lenguaje como aspecto no verbal de la comunicación. Hace falta más cara para saber lo que se nos dice. Y ahora no tenemos más remedio que mirar a la única zona de la cara del interlocutor que está a la vista. Esta pandemia nos a ayudado, sin duda, a mirar a los ojos a las personas. A mirarlas y a dejarnos mirar.

Dicen que los ojos son el espejo del alma. Que gritan lo que el corazón siente y los labios no cuentan. Son cosas de los poetas, está claro. Sin duda la mirada no es solo un acto sensitivo de hacernos con la realidad, sino que es una forma de estar en el mundo. Mirar es reconocer los ámbitos físicos que nos rodean y, de alguna manera, hacerlos nuestros. Por eso lo desconocido nos alerta y lo conocido nos relaja. Es algo nuestro, que nuestra mirada ya ha domesticado para nosotros.

Hay miradas que miran y otras que se dejan mirar. Hay miradas amigas y miradas hirientes. Hay miradas limpias y miradas sucias. Hay miradas inquisidoras y miradas acogedoras. Mirar es un arte que yo no domino, pero que entiendo que es parte de lo que soy como persona. Hay miradas insensibles y miradas compasivas. La solidaridad comienza por la mirada. Hay quienes analizan estadísticamente los datos de la realidad; cuentan, pero no miran. Fotografían, pero no contemplan.

Las grandes ideas antes fueron pequeñas imágenes abstraídas por quien contempló la problemática de la realidad y soñó una solución. Las ideas son otra forma de convertir la realidad en otro tipo de imagen sin cuerpo. Tanta relación existe entre lo que vemos y lo que somos que, en ocasiones, es imposible no ver al mundo con rostro, o los rostros que lo constituyen. ¿Quién no ha visto el rostro de una casa o de un coche o de un libro?

Quien dispara mira la diana. La mirada guía la acción.

Tanto dolor y sufrimiento alrededor solo se explica por la ceguera de tantos de nosotros. Hay quienes no miraron las consecuencias de los excesos y ahora viven fuera de toda mirada. Hay quienes los miran con una culpabilizadora mirada que, claro que tiene verdad, pero no es toda la verdad. ¿Quién les educó a mirar?

Ver es un fenómeno natural que surge al abrir los ojos. No hay esfuerzo en ver. Mirar exige la voluntad de entender aquello que aparece ante la mirada y comprenderlo como complemento de lo que somos. Aún así hay quienes miran y no ven, porque nadie les enseñó a mirar. Miran en la dirección inadecuada o miran de una forma impropia.

La pandemia nos ha dado la posibilidad de mirarnos a los ojos. Y cuando en una conversación dos miradas se miran mutuamente acontece algo extraordinario: se genera un puente de comunión que, si se cuida, nos puede llevar a espacios insospechados. Algo bueno debían traer las mascarillas, además de evitar el fácil contagio.

Qué razón tenía Machado cuando describía el amor que se trataba de contemplar el jardín que se escondía detrás del balcón de la mirada de la persona amada. Es insospechado el regalo que te ofrece alguien que, al hablar contigo, te mira a los ojos.

El amor comienza en una mirada.


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