España es diversa y rica. Rica en costumbres, territorios, cultura, lenguas e historia. El protagonismo español en la historia es muy importante. Su papel sido variable con episodios épicos y otros vergonzantes, épocas de expansión y desarrollo y otras de involución.
Hemos iniciado el siglo XXI en libertad, con una población envejecida, con instituciones democráticas consolidadas, con un alto nivel de descentralización administrativa y con la necesidad de adaptarnos al nuevo escenario económico globalizado en el que tiene un gran peso la innovación, la digitalización y las energías renovables.
Con una juventud bien formada que en no pocas ocasiones tiene que irse al extranjero para crecer y desarrollarse profesionalmente.
Esta realidad, esta España real convive con un gobierno ombliguista, centrado en las próximas elecciones, con políticas basadas en la subvención y huérfano de estrategias de estado que permita abrazarnos al futuro con solvencia.
Una España con un equipo completo de ministros en “erte”; al ser cesados cobran, por no hacer nada, más que el 99% de los españoles que trabajan. Con presidentes de autonomías secesionistas que se jubilan con pensiones que multiplican por seis la media del resto de ciudadanos españoles a los que han despreciado durante su mandato.
Un gobierno dedicado a malgastar los recursos públicos en imponer una versión del pasado que maquille los errores guerracivilistas de la izquierda y que mire hacia el otro lado ante las boutades de sus aliados nacionalistas.
La última reunión de presidentes autonómicos, basadas en los reproches mutuos y en el reparto asimétrico, sin orden del día y sin liderazgo nacional, ha sido un episodio más de la España desmembrada, con más enemigos internos que externos, a la que nos están orientado.
Algunos, unos pocos, viven del enfrentamiento, del sectarismo y de empobrecernos a todos. Está casta será, solo, y solo si, los españoles quieren que sea. Buen finde.