OPINION

La sorprendente vida ordinaria

Juan Pedro Rivero González | Jueves 10 de junio de 2021
Cada día tiene su afán. El rosario de los días poco a poco recorridos, con sus luces y sus sombras, son la realidad. Hoy y aquí es todo lo que existe y todo lo que tengo. Mañana es desconocido y desposeído. Ayer ya no existe. Solo nos queda este momento pequeño y volátil que tiene vocación de efímero. Y en ese ritmo concreto del día a día va pasando la vida con más velocidad de lo que se desearía, o con menos si la sabemos definitiva.

En este ritmo hay momentos extraordinarios y momentos ordinario. Hay eventos puntuales y hay etapas ordinariamente que bailan la música lenta del cada día. Todos tenemos la tentación de vivir marcando etapas extraordinarias que, cuando más, son metas volantes de una carrera permanente. Es importante tener objetivos a medio u a largo plazo. Pero el camino andado conscientemente es importante y deberíamos prohibirnos siempre vivir despistado de la sorprendente vida ordinaria de cada día.

Es bueno tener objetivos para el 2050, si nos sirve para organizar el presente y elaborar en él el mejor presente posible para la mayor parte de los miembros de la comunidad. Pero los objetivos valen solo para pisar el presente con inteligencia y sentido común. Los objetivos del desarrollo se cumplirán si se cumplen cada día y en las distancias cortas de la existencia ordinaria de cada uno de nosotros. Es el camino la meta, por decir de alguna forma el resumen de lo real.

El título será el objetivo, pero cada asignatura configura el itinerario del conocimiento de la especialidad de la que hemos de disfrutar. Cada momento es especial, aunque se revista de la anodina normalidad del cada día. Si no se sabe disfrutad del camino, la meta sólo producirá una esferbecente y momentánea felicidad.

Esto lo hemos de reconocer en todas las dimensiones de la vida personal. Y en todas las dimensiones de las instituciones. También la Iglesia en su liturgia tiene el “tiempo ordinario”, y en la acción evangelizadora la “pastoral ordinaria”. Y digamos que son los grandes momentos en los que se construye la vida. Hay momentos sacramentales, pero sin el ritmo sereno de la vida ordinaria que hace que cale y se fortalezca la cimentación, todo puede ser el efecto de unos fuegos artificiales.

Podemos tener una Asamblea Ordinaria Anual en Cáritas diocesana para dar cuenta de la memoria y de los aspectos relevantes que iluminan la clave de dirección, pero sin el día a día fiel y comprometido también se convertirá en ceniza el fuego artificial de un momento extraordinario.

No nos encandile el fogonazo de lo inmediato. Sáulo se cayó camino de Damasco de su rebeldía y rabia anticristiana, pero sin aquellos largos años en Arabia, meditando y cimentando aquel acontecimiento, sin su día a día de curtidor de pieles y testigo de tú a tú de otros caídos conversos, no hubiera sido tan extraordinaria su vida. La Pasión de Jesús fue una tarde; la vida pública tres años; la ordinaria vida oculta trenta largos años de vida ordinaria.

Todos tenemos vida oculta y tiempo ordinario. Y, sinceramente, creo que si lo miramos bien, es donde ocurren las cosas extraordinarias y sorprendentes.

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