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Los alcaldes derrotan a Sánchez

viernes 11 de septiembre de 2020, 10:46h

El 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones municipales en España. La Coalición Monárquica resultó vencedora con más de 4.000 concejales por encima de la Conjunción Republicano-Socialista. Sin embargo, solo dos días después se proclamaba la II República y el rey Alfonso XIII partía discretamente hacia el exilio tratando de evitar una guerra civil que, pese a ello y para nuestra desgracia, llegó cinco años después.

¿Quién derrocó al rey en España si jamás se produjo un referéndum y los monárquicos habían ganado las elecciones municipales? Pues, según parece, el peso de los 41 alcaldes de capital de provincia republicanos que surgieron de ese 12 de abril.

El todopoderoso rey de las Españas vencido por 41 alcaldes.

Hagan ustedes esta prueba. Vayan un día de estos a la sede de su respectivo ayuntamiento, sitúense frente a uno de sus muros y traten de derribar la casa consistorial a cabezazos. Dífícil, ¿no? Pues eso es exactamente lo que ha tratado de hacer Pedro Sánchez, convenientemente auxiliado por su esbirra, la inefable ministra de Hacienda, María Jesús Montero y su lacayo en la Federación Española de Municipios y Provincias, el siempre agradecido Abel Caballero, y con el silencio cómplice de muchos alcaldes socialistas que, aunque en privado renegaban del saqueo al que les pretendía someter su bello jefe de filas, en público se cuidaban muy mucho de criticar al partido que les da de comer. Entre ellos, cómo no, el blandito munícipe de Palma, José Hila, todo él un dechado de nihilismo político al servicio de su nómina. Ni siquiera se equivoca, porque no hace absolutamente nada digno de salir en los papeles.

El poder en España -y me temo que en toda Europa- reside en los municipios, porque la verdadera política -la que debe solucionar los problemas reales de la gente- se hace en los ayuntamientos. Y, si bien pocos ciudadanos reparan demasiado en cómo se malgastan los fondos del Estado o incluso de su comunidad autónoma, ninguno de ellos pasa por alto lo que se hace con sus impuestos en su ciudad o su pueblo, de manera que tratar de confiscar los ahorros municipales se percibe por el común de los españoles como si Pedro Sánchez nos estuviera metiendo la mano en el bolsillo, cual carterista de autobús. Y todo ello, además, en un momento de penurias para muchas familias y cuando son los ayuntamientos, mediante sus servicios sociales, los que deben hacer frente a las necesidades básicas de sus ciudadanos más desfavorecidos.

La derrota del Gobierno en el Congreso de los Diputados en un asunto de esta magnitud, del que los socialistas habían hecho bandera, y hasta habían presentado como una solución para la contención presupuestaria que impuso en su día Cristóbal Montoro a los municipios, es de las que hacen daño, aunque la permanente impostura de Sánchez pueda con esta patada en la entrepierna y algunas más.

Pero Montero, no. La antipática médico andaluza metida a contable mayor del Reino ha perdido en este envite el escaso crédito que aún pudiera tener entre sus parroquianos. Si le quedara un mínimo de decencia política, habría dimitido ayer mismo, y otro tanto Abel Caballero, que ha hecho el más espantoso de los ridículos como presidente de una FEMP a la que está desmantelando por su indisimulado sectarismo, propio de un excomunista y un oportunista de manual como él.

Sánchez tiene cuerda para rato -la que la crisis y los fondos europeos le dejen-, pero esta primera gran derrota política le demuestra que está muy lejos del maravilloso e indestructible líder que creía ser cuando se miraba cada mañana en el espejo.

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