www.canariasdiario.com

Un coronavirus selectivo

Por Joana Maria Borrás
domingo 15 de marzo de 2020, 06:00h

Cuando todo esto acabe el sonido del despertador por la mañana, sea a la hora que sea, en nada se diferenciará del canto de un ruiseñor en nuestra ventana. Nos asomaremos a ella y, aunque caiga el diluvio universal, nos parecerá un día maravilloso porque este virus selectivo, que sólo mata a los más débiles, sacará lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros en algún momento.

Al final, todos o casi todos, nos alegraremos tanto de volver a nuestra cotidianidad que será un regalo cualquier día. Nuestra perspectiva habrá cambiado y seguramente aprenderemos, los que todavía no habíamos aprendido, a disfrutar del momento más que de la idealización del pasado o de la quimera de proyectos futuros. Habremos hecho por fin, un curso acelerado de digitalización en todos los sectores y habrá quienes harán negocio y ganarán más dinero porque siempre hay alguien que, aún en circunstancias adversas, sabe reinventarse.

No creo que sea difícil cuando todo esto acabe, remontar la economía, porque todos tendremos unas ganas enormes de volver a vivir, cada uno a su manera y de forma más consciente. Lo peor sin embargo no es el tránsito: el tiempo que tiene que transcurrir entre este momento y el día en el que esta película de serie B llegue a su fin, sino que lo peor es el miedo. El miedo puede causar más estragos que el propio virus porque una población enferma de miedo baja sus defensas y hace que se extienda una sensación de vulnerabilidad que nos debilita a mayor velocidad física y psíquicamente.

Es imprescindible no caer en el error de asustarnos más lo debido. Ahora más que nunca es el momento de mantener la calma, hacer uso de esa inteligencia emocional que estaba tan de moda en la teoría y ponerla a prueba. La serenidad también puede ser contagiosa y nos debería ayudar a contener a los que tarde o temprano, se van a desanimar a nuestro alrededor. También es momento para disfrutar de cosas más banales, para hacer todo lo que no teníamos tiempo de hacer en casa: ordenar ese garaje de una vez por todas; cortar la hierba del jardín para que “Tarzán” se instale en la selva de otro vecino; ordenar armarios; o simplemente, leer esos libros que desde hace meses nos hacían guiños desde la mesa baja del salón.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
1 comentarios