Las operaciones de laboratorio social impulsadas desde el entorno de Pedro Sánchez diseñaron el lanzamiento de una fuerza a su izquierda dispuesta a pactar sin condiciones un gobierno progre y condenar así al ostracismo y la marginación a Pablo Iglesias y su Unidas Podemos.
Errejón, que comparte con su antiguo colega de la facultad de Ciencias Políticas de la Complutense la base ideológica de este viejo comunismo disfrazado de modernidad, posee una más aseada imagen pública -en todos los sentidos- y representa una vertiente percibida como más dialogante y menos extremista por el electorado. Además, se adivina una menor influencia de la testosterona en sus actitudes, de manera que no transmite ese permanente aroma a macho alfa que desprende Iglesias. En pocas palabras, para cualquier español medio, Íñigo Errejón sería un futuro yerno mejor recibido a la cena de Navidad que su excorreligionario.
Todo indica que Más País, que así se llama el invento, infligirá un severo daño electoral a los podemitas, con un discurso cercano al propio de las juventudes de los partidos -habitualmente más bisoñas y radicales que sus respectivas matrices adultas-, de manera que así nuestro apuesto presidente del Gobierno puede vendernos mejor la moto de su centrismo ancestral y su sentido de estado, para pescar en la ribera derecha y dejar a Rivera sin espacio.
Más País, que, utilizando un símil futbolístico, no sería otra cosa que el PSOE Atlético, cumple muchas funcionalidades para los socialistas: Para empezar, les centra, les fulmina la capacidad de recuperación de Podemos y les garantiza el apoyo para formar gobierno. Y, sin necesidad de ser un Demóstenes, se vislumbra que, a medio plazo, acabará siendo una mera corriente dentro del Partido Socialista para concitar el apoyo de jóvenes y alternativos varios. Está cantado, pues, que Íñigo Errejón no tiene previsto perpetuarse en una estructura de andar por casa, cuando puede subirse al puente de un buque trasatlántico y llegar a mandar mucho.
Si (
No(
