En la España actual, desde hace décadas, se ha establecido la dicotomía maniquea que enfrenta a la escuela pública con la privada. Detrás de tal confrontación, realmente, no hay una defensa de la enseñanza pública, en sí misma, sino el deseo de implantación de una docencia en la cual el Estado, progresista naturalmente, ocupe todo el espacio instructivo del alumnado, arrinconando a los padres en un papel más que secundario. En otras palabras; para crear ese "nuevo hombre progresista" es necesario imponerse a la voluntad de los padres en la educación de sus hijos. Algunos progenitores no tienen inconveniente alguno en que tal estrategia se perfeccione por parte del gobierno progresista. Para ellos únicamente debiera existir la enseñanza pública, dado que la privada es doctrinaria, clasista, clerical y un montón de adjetivos calificativos de lo más diverso. Poco importa que el nivel de calidad de la enseñanza en España no merezca de excesivas alabanzas en los informes PISA, dado que, para el progresista lo que interesa no es que sea de calidad, sino accesible. Craso error; el futuro del país no debe conformarse con contemplar un mundo mejor a las futuras generaciones, sino unas mejores generaciones a ese futuro mejor. Pero, esa tesis no encaja con el nuevo orden mundial pretendido desde la progresía socialista y marxista.
Accesible y de calidad que debe completarse con otro atributo, libre. Hablar de libertad en un régimen educativo como el español, no se entiende que sea posible, ante la zonificación que, desde Maravall, se le viene imponiendo. Acceden a ella todos los alumnos, pero, en la forma y condiciones que marca el Estado por medio de la ley orgánica en vigor. Ante una situación similar, en EE. UU., un tal Milton Friedman, concibió lo que se ha venido llamando «cheque escolar», en virtud del cual el Gobierno concede a las familias unos bonos para cubrir los gastos educativos de sus hijos. La decisión de donde gastarlos es su competencia exclusiva. Una idea que prosperó en Estados como Nueva York, Arizona, Milwaukee y en naciones como Holanda, Dinamarca, Suecia, Canadá, Chile, Japón, Nueva Zelanda.
Estamos hablando de un don tan sagrado como la libertad de elección de centro e, intrínsecamente, de calidad, de competitividad, de ampliación del mercado educativo. Y todo ello se anuncia como futuro en la Comunidad madrileña, con el acuerdo de los tres partidos no izquierdistas, de tres opciones política que no se auto califican de progresistas. Progresismo que no es sino sinónimo de intervencionismo y adoctrinamiento a la «sinistra». Y es que el principio que adorna el cheque escolar es tan sencillo como brillante; el Estado paga la educación, merced los impuestos cobrados, pero quién la gestiona son los padres, que sí tienen el derecho y deber de educar a sus hijos según sus modos, creencias o valores. El gasto se adorna de la libertad de elección, lo cual implica un grado de competitividad en el docente, centro o profesorado, público o privado. Saberse examinado por los padres respecto a la calidad de la enseñanza impartida, significa implantarse en el mercado de la eficacia, del empuje, de los resultados. Incluso de la actualización del profesional, esforzado en mantenerse en constante fortalecimiento y actualización de su profesionalidad.
Obviamente, el anuncio de la inclusión del bono escolar en el acuerdo programático de gobierno madrileño ha sentado fatal a la progresía; la libertad de elección no está entre sus parámetros ideológicos. A la izquierda lo que le va es la intromisión en todo lo privado que no se ajuste a sus directrices, a su supuesta autoridad moral que le autoriza a calificarlo de «derechista», término utilizado como insulto, a fin de eliminar una realidad social que no le gusta y sustituirla por la que imagina, cueste lo que cueste. Incluso llegando a convertir en «convivencia democrática» el abrazo al pro etarra de turno ― exconvicto, antiespañol e independentista ― necesario para sus fines. Y es que, el soviet, paladín de prohibiciones e imposiciones, ha huido siempre de la concesión de libertades. Un punto de envidia surge, al rememorar que por allá 1985 nuestra Comunidad contempló en su Cámara un intento fallido de «bono escolar», fracasado por la inexperiencia política de unos, la falta de sensibilidad de otros, la dentera de otros y el pánico de toda la izquierda a que se introdujese la libertad de elección en la enseñanza balear, sirviendo de ejemplo a nivel nacional.
El complemento a tal iniciativa madrileña, debiera ser la eliminación de los obstáculos para la creación de nuevos centros docentes, participantes en el progreso educativo del país. El sistema es simple; copiar a Suecia o a Gran Bretaña. Quizás el principio debiera ser el reconocimiento de que el sistema educativo, en estado de fracaso, es fruto del ideario socialista, que no busca la instrucción sino el adoctrinamiento. Y entretanto, los españoles pagan mediante los impuestos las plazas educativas, los poseedores de ingresos más elevados o con una mayor inquietud de formación de sus hijos o con una disposición de esfuerzo y sacrificio, al elegir un centro privado para sus hijos, pagan dos veces la enseñanza en este país. La libertad, así pues, en un estado socialista, es cara.