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Guerra a muerte

Por Juan Antonio Tormo
lunes 15 de julio de 2019, 09:17h

Siempre ha estado latente y en ocasiones la confrontación ha llegado a ser muy cruenta, pero en estos momentos hay que reconocer que la mediocridad está ganando la batalla al talento. De hecho, la Humanidad se prepara para la llegada de alienígenas, para un apocalipsis zombie, pero se la trae al pario que cada día gane terreno la gente que cuando abre la boca, no es capaz ni de superar el silencio.

La mediocridad no está concediendo respiro, está absolutamente incrustada en todas las capas de la sociedad, en los medios de comunicación, en la cultura, en la calle, en el trabajo y ha encontrado quizás su gran esplendor en la política, en dónde gente absolutamente gris, sin preparación ni experiencia están llegando a cotas insospechadas de poder, gente en la que nadie ha confiado ni para encargarles traer un café, tienen en sus manos áreas de poder que nos afectan a muchos.

El talento se empieza a matar en los colegios, para muchos profesores y para el sistema son alumnos problemáticos ya que necesitan de más nivel que el resto de los compañeros y claro eso le hará trabajar más o distinto y ellos se tienen que atener a los planes del centro o de la Comunidad Autónoma pertinente, para sus compañeros siguen siendo los empollones, sabiondos, cuatro ojos y otros adjetivos que durante muchos años llevan reinando en las clases.

En el trabajo, todo suele depender del grupo o jefe que te toque, puede ser aquel que piensa que ha descubierto un talento y lo va a aprovechar para subir la empresa y que se le reconozca el hallazgo (estos son los menos) o el mediocre que piensa que le van a mover la silla y por lo tanto es un posible enemigo. Los centros de trabajo están llenos de sangre, realizadas por puñaladas traperas de compañeros y jefes, es un excelente lugar para los CSI.

Pero quizás lo que más me cabrea es que la maldita mediocridad haya llegado a la cultura, libros infumables, cine para 1 o 2 neuronas, música sin músicos o medios de comunicación haciendo masajes a aquellos que su único mérito es ostentar poder político o económico. La verdad es que, aunque parezca algo menor, en un ámbito que no crece con esta abundancia la mediocridad es en el deporte, cada día sube más el nivel en todas las disciplinas, los entrenos y las pruebas son más duras, quizás porque el deporte se ve como una válvula de escape para intentar dejar de ser pobre y ser los nuevos Nadal, Messi y compañía y no se repara en esfuerzo.

Nietzsche describía esta situación de perdida de valores, mediocridad y falta de pensamiento filosófico, pero eso era antes de 1.900. Nos falta la capacidad de no sólo hacer preguntas o quejarnos sino de investigar y hallar las causas, ser autocríticos y apartar de nosotros los razonamientos demagógicos, simplistas y el adoctrinamiento. Creo que en estos momentos ustedes pueden estar pensando, que si empiezan a cuestionarse todo se convertirán en perros verdes, pues probablemente sí, pero que bello es ser un perro verde entre tanto asno.

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