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Despeño o ridículo

martes 26 de marzo de 2019, 05:00h

La cumbre europea de la semana pasada, a la que la primera ministra británica Theresa May se presentó con la petición de prórroga de la fecha de la separación del “brexit” hasta el 30 de junio, se saldó con un documento, que si no es un ultimátum lo parece, que obliga al parlamento y al gobierno británicos a tomar decisiones rápidas, puesto que concede una prórroga hasta el 22 de mayo, solo en caso de que la cámara de los comunes apruebe el acuerdo de salida que ya está negociado. En caso contrario, la fecha definitiva sería el 12 de abril y sería una ruptura sin pacto.

Los jefes de gobierno de los países de la UE se sintieron decepcionados, irritados y casi afrentados por la actitud de la premier británica, su gobierno y su parlamento, incapaces de presentar una propuesta coherente, puesto que se pedía una prórroga, pero no se especificaba claramente con qué propósito, más allá que intentar que Westminster apruebe el acuerdo que ya ha rechazado dos veces y que no hay indicios fiables que pueda ser capaz de aprobar en el periodo solicitado.

La fecha del 12 de abril se fijó porque es el día límite para organizar las elecciones europeas, en las que el Reino Unido deberá participar si no ha salido de la UE. Así pues, a los británicos les quedan ahora muy pocas opciones. O no aprueban el acuerdo y salen a las bravas el 12 de abril, o lo aprueban y disponen hasta el 22 de mayo para una salida ordenada, o renuncian al artículo 50 y solicitan una prórroga indefinida para decidir si hacen un segundo referéndum o negocian con calma otras condiciones, pero, en ese caso, deben participar en las elecciones europeas y seguirían siendo miembros de la UE de pleno derecho, y plenos deberes.

Así que ahora deben elegir entre despeñarse por el precipicio de un “brexit” sin acuerdo, aceptar en todos sus términos y literalidad el acuerdo de salida, que les deja casi igual que siendo miembros, pero sin voz ni voto, o tragarse el sapo del ridículo de retirar la invocación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, seguir en la UE, participar en las elecciones europeas y decidir con calma, si tal cosa es posible, si realizan un segundo referéndum.

Un “brexit” sin acuerdo sería muy perjudicial para ambas partes, pero mucho peor para el Reino Unido que para la UE. El actual pacto de salida no parece que pueda llegar a disponer de una mayoría de votos a favor en el parlamento, con lo que parecería que lo más sensato sería tragarse el orgullo, admitir que todo el asunto ha sido un monumental cúmulo de errores y sinrazones, renunciar, al menos de momento, a la salida y darse tiempo para pensar en un segundo referéndum.

Si los británicos partidarios de irse piensan que eso sería un ridículo y una humillación, deberían darse cuenta de que el ridículo vienen haciéndolo desde que empezaron todo este esperpento y que llevan tres años humillándose a sí mismos.

En cualquier caso, la situación actual no puede prolongarse más. Los demás países de la Unión Europea no podemos seguir estando sometidos a los vaivenes, indecisiones y sinsentidos de los británicos. No es deseable en absoluto, pero si no hay más remedio y se han de ir sin acuerdo, cuanto antes mejor, así que la fecha límite del 12 de abril es una decisión acertada por parte de la UE.

Ahora los británicos deben hacer precisamente lo que dicen que desean, decir soberanamente su futuro. Fuera sin acuerdo, fuera con acuerdo o dentro de la unión.

Ten cuidado con lo que deseas.

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