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Hoy es miércoles

Por Francisco Gilet
miércoles 21 de marzo de 2018, 03:00h

Fue García Márquez quién señaló que “el fantasma más temido por los escritores era la agonía matinal frente a la página en blanco”. Quizás a algún escribidor, esa agonía, cuando se acerca el miércoles, puede convertirse en verdadero pánico. Sin embargo, tal sensación tiene una fácil y eficaz vacuna; leer, ojear el cúmulo de información, noticias, comentarios, análisis, entrevistas o artículos de opinión que surgen todos los días. A partir de esa aglomeración de información, el problema se halla en elegir de entre ella no tanto lo que pueda interesar al lector, sino lo que sacude al escribidor. Y dentro de esa sensación el maremágnum es monumental.

De principio, causa sorpresa que el Presidente Rajoy, encargue tema tan trascendente como “la unidad de España”, a una gobernante que no ha sabido atemperar las acciones resolutivas al problema catalán. La Vicepresidenta se echó en manos de la judicatura, y entendió, erróneamente, que estaba tratando con una manada de delincuentes, cuando en realidad lo que tenía enfrente era el resultado de un fracaso histórico de la política surgida de la Moncloa, durante los últimos treinta años. Con su decisión de acudir a pleitear contra los golpistas, con su apocamiento al aplicar el art. 155, sin desmontar ninguna estructura golpista, lo único que ha conseguido ha sido perpetuar el golpe y desdibujar la separación de poderes, sacando de sus casillas a varios cientos de juristas que, al son de la trompeta progresista, acusan al gobierno español de antidemocrático. Desolación, esa es la sensación que se produce cuando lees que Rajoy vive un estado de “ataraxia”, palabreja usada para expresar la pasividad en un gobernante que ha apostado todo su resto a la economía, cuando el ciudadano está pidiendo “buen gobierno”. A fin de cuentas, parafraseando a Hemingway, Rajoy jamás “no se vuelve como gato doblando una esquina”.

Es ese mismo ciudadano el que se asombra cuando comprueba que si un niño es asesinado vilmente, con frialdad suprema, el grito de desesperación y rabia se considera que está fuera de lugar; que no es sino fruto del ADN de una sociedad que debiera ser Ana Julia, y no el niño asesinado, cual proclama un desconocido escritor; por el contrario, la muerte natural de un senegalés permite destrozar el barrio, culpar al capitalismo y aullar contra el racismo institucional asesino. Obviamente, opinar que todo ello es un movimiento en busca del caos para implantar la dictadura bolchevique, alentada por todo movimiento anticristiano, anti occidental, anti sistema, es provocar que esos mismos que proclaman que al senegalés le mató el stress y el capitalismo, te maleen con todos los improperios que puedan existir en el diccionario de la RAE.

Lo que sí está en la pátina de la historia de muchos de esos “progresistas” es el bramar contra las sentencias que tocan a sus “gurús”, falsos pero adorados hasta el holocausto. El TEDH aplicando esa nueva doctrina jurídica, “interpretación evolutiva” y sumado a un implementado “consenso europeo”, está dejando de ser aquella conciencia europea para convertirse en un agente más del rodillo de la corrección política “progresista”. El prestigio del TEDH fue elevado mientras practicó una lectura “literal” del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Ahora bien, desde finales de los 70, la jurisprudencia del TEDH parece afectada por el mismo virus “constructivista” que ha contaminado a tribunales constitucionales nacionales. Así, a la sentencia condenatoria de España por pseudo torturas a etarras, la ha seguido otra por multar a unos individuos que quemaron una foto del rey ahora emérito, en base a una exultante libertad de expresión, dice el Tribunal. O sea, que, hemos entrado en un nuevo mundo en el cual, un Alto Tribunal decide no aplicar la ley, sin más, sino reformularla según una personal percepción de las “nuevas circunstancias sociales”, convirtiéndose en legislador de hecho. El TEDH se ha arrogado la facultad de tomar la temperatura ideológica del continente y dictaminar en qué dirección sopla el viento histórico del progreso, sermoneando de paso a rezagados o remolones. Es la misma senda de interpretación creativa de nuestro Tribunal Constitucional, que certificó la constitucionalidad del “matrimonio” entre personas del mismo sexo, con olvido del art. 32 de la C.E. Mientras, el recurso del ahora “feminista” Partido Popular, sigue en brazos de Hipnos.

Desde todo lo anterior, y más en que se podría abundar, no resulta nada extraño que nuestros munícipes locales se arrejunten en apoyo de un supuesto canta autor. A esos gobernantes municipales no les duelen prendas en gastar dinero público y su tiempo en reclamar contra la sentencia del TS que le ha condenado a prisión. Para ellos no cuenta que convertir puras tropelías en ejercicio de libertad es simple y llanamente una perversión. Para ellos es la defensa del “sentido común” y los “derechos políticos y civiles”. Es, precisamente, su escaso “sentido común” el que les impulsa a soltar tales perlas, como la de la abuela Manuela, al aludir que Goya pintó “angelas” en San Antonio de la Florida. Y es que si se trata de provocar caos, no hay que detenerse en nimiedades de léxico. Todo vale, cuando son ellos los que mandan, naturalmente. O sea, se puede decir “angelas”, “miembras”, “jovenas”, pero jamás, jamás, pantanos. Es antidemocrático.

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