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Final dramático del Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia

martes 05 de diciembre de 2017, 05:00h

Tras el último gran juicio que quedaba pendiente en el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia (TPIY), el del general serbobosnio Ratko Mladic, que fue sentenciado a cadena perpetua hace dos semanas, solo quedaba pendiente la vista de apelación de seis criminales de guerra bosniocroatas, antes de que el tribunal cerrara definitivamente a fin de año. Algunos casos relacionados con criminales de menor entidad o de segunda fila, si es que tal denominación puede aplicarse a este tipo de criminales, pasarán a la Corte Penal Internacional, que es donde se juzgan los casos de delitos de genocidio, crímenes de guerra y lesa humanidad, por lo esta vista de apelación ha sido el último acto público del TPIY.

La vista tuvo lugar el pasado 29 de noviembre y durante la sesión el tribunal confirmó las penas a los seis condenados, de los que el que había tenido mayores responsabilidades durante la guerra bosnio-croata es Jadranko Prlic, primer ministro de la autoproclamada república de Herzeg-Bosna y presidente del Consejo de Defensa Croata (HVO) de Bosnia, que pretendía, en connivencia con el presidente de Croacia Franjo Tudjman, la segregación de la Herzegovina y su posterior anexión a Croacia, con el objetivo final de crear la Gran Croacia, no sin antes haber practicado una limpieza étnica de bosnios (y serbios) mediante expulsiones, deportaciones masivas, internamiento en campos de concentración y matanzas indiscriminadas, por todo lo cual Prlic había sido condenado por el TPIY a veinticinco años de prisión.

Slobodan Praljak, fue un general croata enviado por Tudjman a colaborar con Prlic y tuvo un papel de primer orden en las operaciones militares y de limpieza étnica de 1992-94 contra la población musulmana de Bosnia, especialmente como comandante en jefe del HVO en el área de Móstar, donde se hizo tristemente célebre por haber ordenado la voladura del puente viejo (stari most), magnífica muestra de ingeniería medieval, hoy en día reconstruido y declarado patrimonio de la humanidad y, mucho peor, por los actos de genocidio cometidos contra los bosnios de la zona. El TPIY le condenó a 20 años de cárcel.

Después de que el tribunal confimara las sentencias de los seis condenados, Praljak se levantó y gritando que era inocente anunció que iba a ingerir el veneno que llevaba en una botellita que esgrimió teatralmente brazo en alto, apurando a continuación el contenido de la misma, siendo trasladado con urgencia a un hospital donde, a pesar de los intentos de los sanitarios, falleció al poco de ingresar.

Es trágico e injusto que el último acto del TPIY sea recordado por este hecho, que ha levantado serias dudas sobre la seguridad del tribunal y ha generado críticas, muchas razonables pero otras interesadas de parte de los partidarios de los criminales de guerra yugoslavos en sus respectivos países, cuando la seguridad no era responsabilidad directa del tribunal como tal.

El TPIY ha realizado un gran trabajo y lo ha hecho bajo grandes presiones, con muchas reticencias y poca colaboración por parte de las autoridades de las repúblicas exyugoslavas, que en algunos casos eran los propios criminales y que, en todo caso, siempre promocionaron una mística de adornar de una aureola de heroísmo a auténticos genocidas, aureola que, por desgracia, subsiste hasta hoy entre gran parte de la población de estos países.

La propia UE y los EE.UU. negociaron la paz de Dayton con algunos de los peores criminales, como el presidente yugoslavo Milosevic, o el propio Prlic y tardaron mucho tiempo en forzar a los gobiernos a que detuvieran y entregaran a las personas reclamadas por el tribunal. Prlic fue ministro de asuntos exteriores de Bosnia-Herzegovina tras los acuerdos de paz de 1995 y lo fue hasta ¡2001! Y no ha sido juzgado y sentenciado hasta 2013. Biljiana Plavsic y Momcilo Krajisnik, criminales serbios, estuvieron en el poder en la república serbia de Bosnia y en la presidencia tripartita de la Federación Bosnia hasta 1998, cuando fueron reclamados por el tribunal.

Esta tardanza permitió a muchos criminales librarse de tener que comparecer ante el TPIY, como Franjo Tudjman, que murió en 1999 sin haber sido imputado y tiene hoy día la consideración de héroe de la independencia de Croacia, cuando fue el auténtico promotor de los crímenes de los croatas de Herzeg-Bosna en 1992-94, a los que alentó y proporcionó ayuda económica, logística y militar. Radovan Karadzic y Ratko Mladic vivieron durante años en Serbia, protegidos por amigos y familiares, hasta que los ultimátums de la UE al gobierno serbio movieron a éste a su detención y extradición al tribunal.

Con las condenas de Karadzic, Mladic, Prlic, Kraljak, Plavsic, Krajisnik, Gotovina, Babic y otros muchos, el TPIY ha reparado la memoria y la dignidad y ha llevado un cierto consuelo a las víctimas y sus familiares, y debería ser recordado por esa labor y no por el último acto teatral de un criminal que al suicidarse ha librado a la humanidad de un indeseable.

Lamentablemente, la labor del tribunal desenmascarando y condenando a todos estos criminales no ha servido para cambiar la percepción de héroes que de ellos tiene una gran parte de la población de sus naciones respectivas. Igual que Karadzic y Mladic, pese a la evidencia de sus crímenes, siguen siendo considerados patriotas por muchos serbobosnios y serbios, también Prlic y Kraljiak tienen la misma consideración entre los bosniocroatas y los croatas. De hecho, el día del suicidio de Kraljak hubo concentraciones de homenaje en la zona croata de Móstar.

Y aun peor, el propio primer ministro actual de Croacia, Andrej Plenkovic, ha declarado que el suicidio era una respuesta a la profunda injusticia moral de las condenas contra los bosniocroatas y contra el pueblo croata en general. Habría que preguntarle qué entiende por injusticia moral y cómo calificaría la limpieza étnica y el internamiento en campos de concentración que estos individuos practicaron con los que hasta entonces eran sus vecinos y compartían el mismo territorio.

Mientras los políticos de las repúblicas exyugoslavas sigan cultivando esta mística ultranacionalista sus ciudadanos no podrán liberarse del sentimiento de martirio y la búsqueda de la redención en la esencia de la nación y no podrán reconciliarse con el pasado y afrontar el presente y el futuro liberados del lastre de los ciclos repetitivos de agresión, resentimiento, odio y venganza.

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