Nerón tiene muy mala fama. Se le acusa de incendiar la ciudad de Roma para construir una nueva metropoli a su gusto y antojo. Y dicen que mientras la ciudad se consumía en llamas, el emperador deleitaba (o atormentaba) a su corte tocando la lira y recitando “geniales” versos de cosecha propia.
Carles Puigdemont emula al emperador romano. Arde Cataluña, y él entretiene a propios y extraños con sus discursos y filtaciones. “Larga vida a Puignerón”, claman las redes.