Al son del Imagine de John Lennon, se suele decir que todos tenemos que estar juntos ante la barbarie terrorista. Pues si algo ha evidenciado el asesinato masivo de civiles a manos de Estado Islámico en Barcelona es desunión. Por decirlo de alguna manera, buena parte de la sociedad y los representantes públicos no han sabido estar a la altura de las circunstancias al pretender desviar la atención sobre lo realmente ocurrido o utilizar la situación para “vender su libro”.
A nivel social, en dos puntos muy notorios se ha apreciado la división. En primer lugar, entre los “antibuenismo” que se han manifestado a favor de unas políticas públicas más restrictivas en materia de flujos de inmigración y de ayudas económicas a los magrebíes -máxime después de que algunas páginas hayan publicado que varios de los terroristas vivían gracias a subsidios-, y aquellos que han pedido en acción de responsabilidad que el atentado no signifique una eclosión de islamofobia. En segundo lugar, también nos hemos encontrado con quienes han considerado que las imágenes de las víctimas tenían que divulgarse sin ningún tipo de cortapisas y los que, por motivos de distinta índole, defienden que en este tipo de casos las fotos más cruentas han de ser omitidas. El baile de argumentos en un y otro sentido ha sido copioso y vehemente.
Sin embargo, ha sido a nivel político-mediático donde más ha cristalizado la tensión social derivada del proceso soberanista catalán. Seguro que todas las muertes han dolido mucho a los representantes políticos, tanto a nivel de Catalunya como del estado, sin embargo, cada uno ha aprovechado la luctuosidad para barrer hacia casa.
Parece que todo vale, ya lo vivimos en el 11-M. Si 192 muertes no fueron obstáculo en 2004 para que PP y PSOE utilizaran el atentado en clave electoralista (uno atribuyendo la autoría a ETA y otro instigando manifestaciones en la calle), menos lo iban a ser las 15 provisionales de ahora, de las cuales la mitad además son extranjeras. Detrás de las declaraciones a favor de la unidad se entreveían otras intenciones menos pacíficas. Tanto en las declaraciones de Puigdemont como en el mensaje de Rajoy se leía claramente entre líneas un mensaje en clave pro o anti soberanista.
A nivel general el presidente de la Generalitat quiso transmitir a través de sus discursos una imagen de total suficiencia de Catalunya. Las menciones a España se redujeron a la mínima expresión. Rajoy no le fue a la zaga y casi pareció que Barcelona era el máximo exponente de la españolidad. Un hecho muy sintomático y paradigmático fue cuando el presidente del Gobierno enumeró ciudades atacadas por el terrorismo y no dudó en mencionar a Madrid en primer lugar, que padeció uno de los peores atentados de la historia cuando, claro está, el ISIS ni existía. Este tipo de detalles nunca son gratuitos.
Pero más allá de palabras, el hecho más controvertido desde el punto de vista de la seguridad ciudadana es la confrontación sobre la dotación de información de carácter internacional y de efectivos personales para los Mossos de Esquadra. Dentro del cruce de dimes y diretes sobre la posibilidad que hubo (o no) de evitar el atentado del jueves, nos queda la negativa de Juan Ignacio Zoido de facilitar la dotación de recursos para la policía autonómica catalana aún estando más que claro que Catalunya está en el punto de mira de Estado Islámico. Que ya haya sufrido dos atentados en horas (Barcelona y Cambrils) no es óbice para que pueda ser objeto de más, y para ello nos remitimos al caso de Londres. ¿Acaso el ministro de Interior piensa que reforzar los Mossos d’Esquadra para evitar más atentados es fortalecerlos de cara al proceso separatista? Eso nos da a entender. El papel de Zoido durante estos días no se puede calificar de afortunado. El tono de voz con el que se ha presentado a las ruedas de prensa denotaba un total desconocimiento de la situación. En lenguaje popular, diríamos que “iba perdido”.
Las editoriales de ciertos periódicos de tirada estatal, y algunos tuits de periodistas de la llamada caverna mediática, nos dan una visión clara que “todo vale” para realizar un direccionismo social. ¿De verdad quieren que creamos que los atentados son culpa del proceso soberanista porque los dirigentes catalanes sólo tienen en mente la independencia? ¿Cómo explican entonces que la comunidad en la que más desarticulaciones de células terroristas se ha realizado estos dos últimos años ha sido Catalunya? Y lo de la turismofobia es de traca ¡Como si a los terroristas eso les importara!
La política migratoria y el proceso soberanista han sido una nebulosa que ha empañado la encomiable y extraordinaria labor de agentes de seguridad, personal sanitario y miles de voluntarios anónimos que sacaron lo mejor de sí mismos para ayudar y asistir a todas las víctimas del atentado. Los que más cerca han estado de la zona cero se han olvidado de banderas, idiomas y batallitas. Ellos, sí que han estado a la altura. Y con creces.