Hay que ver la de palabros nuevos que nos trae la modernidad. El penúltimo es esta cosa del ‘empoderamiento’, que no es más que la translación chapucera del vocablo inglés empowering, cuya traducción correcta al castellano actual sería ‘potenciación’ o ‘apoderamiento’, aunque este último término se entienda en muchas ocasiones casi exclusivamente como “el acto de otorgar un poder notarial a favor de alguien”, que es solo una de sus acepciones.
Pero, como en esto del lenguaje lo fetén es prescindir de nuestro viejo idioma y hacer traducciones libres, aunque poco imaginativas, de palabras anglosajonas, pues claro, pasar de empower a ‘empoderar’ es más fácil, menos formal y suena además como algo muy alejado de la odiosa jerga de los picapleitos. Lo cierto, pese a todo, es que ‘empoderar’ existe en castellano, aunque sea un arcaísmo que signifique lo mismo que apoderar. Así que, sin quererlo, hemos rescatado una palabra en desuso, como ocurrió cuando del to zap (hacer zapping) pasamos al ‘zapear’, cuyo significado original era el dar zape, es decir, ahuyentar o espantar gatos, aplicable por extensión a un lance de ciertos juegos de naipes y, por supuesto, al nombre de pila del hermano gemelo de Zipi, hijo de don Pantuflo Zapatilla y de doña Jaimita, como los carcamales como un servidor sabemos bien.
Esta tendencia a la translación fonética nos ha llevado en ocasiones a acoger verdaderas burradas en el lenguaje usual, como esa de traducir to test por ‘testar’, en lugar de probar, comprobar o examinar. Así, no son poco habituales las botellas de champú, de gel de baño o de cosméticos en cuya etiqueta figura una leyenda que señala pomposamente: “testado dermatológicamente”. La primera vez que lo leí, traté de imaginarme cómo debería describirse la acción de ‘testar’ dermatológicamente algo, y lo que se me ocurrió tras mucho cavilar fue: “otorgar testamento en forma relativa a la rama de la medicina que estudia las enfermedades de la piel”. En el mundo real, lo más aproximado a esta soplapollez sería que alguien fuera al dermatólogo –en lugar de al notario, como el resto de los mortales- para que le tatuara sus últimas voluntades en una zona de su cuerpo afectada de psoriasis, por ejemplo. Pero los publicistas y los expertos en mercadotecnia no están para consultar diccionarios, sino para impresionar y seducir a los consumidores, ya acostumbrados a llamar parking a un aparcamiento, coach a un preparador personal, lifting a un estiramiento de la piel, mobbing al acoso y así hasta el aburrimiento.
En realidad, mi propósito hoy no era hablarles de la precisión léxica, sino del empoderamiento de la mujer, que, por lo que he creído entender, es algo así como el reconocimiento de su valor en tanto que tal, si acaso las féminas, conjunta o separadamente, carecieren de semejante distinción.
Pues bien, resulta que para la CUP de Manresa, tal empoderamiento precisa, de forma perentoria, que las afectadas dejen de usar tampones y compresas para la colecta periódica de sus efluvios menstruales, y se pasen con armas y pertrechos a métodos menos asquerosamente capitalistas e infinitamente más ecológicos, verdes y progresistas, como las esponjas naturales, los clásicos apósitos textiles de nuestras abuelas o las copas menstruales, artilugio de látex que se inserta en la vagina de la interfecta y que, en lugar de absorber el producto de su menorrea, lo acumula para su posterior vertido en el excusado, en el campo, o donde a la usuaria le parezca más adecuado.
También proponen como alternativa al támpax el ‘sangrado libre’, método que excuso describirles, pero que no me acabo de imaginar cómo puede compaginarse con la higiene y la vida diaria de una mujer ‘normal’ y de aquellos que con ella conviven. En lo único que estoy de acuerdo con la CUP es en que resulta vergonzoso que algo de primera necesidad para todas las mujeres como son tampones y compresas estén gravados con un IVA del 21%, como si tener el período fuese un lujo caprichoso de las señoras. A buen seguro, si en lugar de a Montoro tuviéramos de ministra de Hacienda a Mavaca (los que no hablen catalán, a lo mejor, no entenderán este penoso chiste), entonces las posibilidades de reducir el tipo del impuesto a la mínima expresión crecerían exponencialmente.
A mí, la verdad, me parece que cada cual –cada ‘cuala’, que diría alguno y alguna- debe hacer con su vagina aquello que más le apetezca en cada momento, pero los voluntariosos concejales de la CUP manresana –Gemma y Jordi- han elevado al pleno municipal una propuesta para que el Servicio de Información y Atención a las Mujeres (SIAD) de su ayuntamiento disponga de todos los productos alternativos a compresas y tampones a disposición de las solicitantes y, además, pretenden que se impartan talleres en todos los institutos de la capital del Bages en los cursos de segundo y cuarto de la ESO, para la formación de los estudiantes y las estudiantas de Manresa, eso sí, "disgregados por sexos" (¡viva la coeducación!). No obstante, "a los chicos se les ofrecerá el mismo taller", aclaran los cuperos, en el que se profundizará en el tema "el ciclo menstrual, cómo convivir con éste de manera saludable y cómo establecer una buena relación entre la persona y su cuerpo". No termino de entender qué propósito se persigue con que los jóvenes varones deban recibir enseñanzas acerca de los métodos para la adecuada gestión del ciclo menstrual, ni en qué contribuirá eso a que tengan una buena relación con su propio cuerpo, precisamente en una etapa de la vida en que esa relación suele ser excelente, con numerosos episodios de ‘amor propio’. A lo sumo, les ayudará a establecer mejores relaciones de su persona con el cuerpo de su pareja, suponiendo, eso sí, que ésta sea del sexo femenino y se halle en edad fértil.