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José Luis y sus visitadoras

Por Álvaro Delgado
lunes 21 de abril de 2025, 08:00h

El maestro Mario Vargas Llosa -tristemente fallecido hace una semana- recreó en “Pantaleón y las visitadoras” las peripecias de un capitán del ejército llamado Pantaleón Pantoja, a quienes sus superiores encomendaron la misión de satisfacer las necesidades sexuales de los soldados destinados en los aislados cuarteles de la Amazonia peruana. A tal efecto, el recto oficial, seleccionado para esa delicada misión por ser un funcionario modélico, creó una organización de prostitutas eufemísticamente llamada SVGPFA (“Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines”) para cumplir estrictamente el encargo, hasta que él mismo se vio involucrado en un tumultuoso affaire con la atractiva Olga “La Brasileña”, que acabó dando al traste con la compleja operación militar.

Trasladando nuestra imaginación desde el lejano Iquitos hasta Teruel, de los mosquitos que infestan la selva peruana a los vencejos que sobrevuelan los páramos de Aragón, encontramos a dos fieles soldados de la militancia, José Luis Ábalos Meco (al que la UCO ha descubierto, casualmente, propiedades en Perú) y Koldo García Izaguirre, imitando con entusiasmo los métodos andinos para entretener sus instintos en el monacal encierro de la pandemia. Y, con parecida disciplina militar, ambos desembarcaron -tras visitar en horario nocturno la cercana obra de una vía férrea- en el Parador de la capital bajoaragonesa con una furgoneta repleta de reclutas de vida disipada.

Pero resulta que nuestros guerrilleros ibéricos, representantes de ese sufrido “pueblo” que había alcanzado poco antes el poder en denodado combate contra la “corrupción” -moción de censura contra Rajoy, defendida por el angelical Ábalos incluida-, fueron algo más allá en el estricto cumplimiento del deber que el disciplinado capitán andino nacido de la pluma del Nobel peruano. Y, bajo los inevitables ardores de su encomienda, en la que también participaron de modo ignoto el entonces presidente de Aragón Javier Lambán y la actual portavoz del Gobierno Pilar Alegría, no se conformaron con entretener amablemente a las lumis sino que acabaron liándola parda destrozando la suite principal del Parador. Suerte que el presidente de la empresa era el actual ministro Óscar López -en el sanchismo todo queda en casa- que hoy ha olvidado con delectación si los españolitos les financiamos putas, fiesta y reparaciones mientras el Covid enclaustraba a la población.

Rememorando que el primer ministro británico, el conservador Boris Johnson, tuvo que presentar su dimisión en julio de 2022 por haber celebrado en pandemia unos guateques adolescentes -con sándwiches, snacks y vino- en su residencia de Downing Street, la diferencia de repercusión mediática con nuestros esforzados guerrilleros socialistas -será porque son puteros “de progreso” (solo hay que ver cómo progresan las putas con ellos)- resulta verdaderamente sorprendente.

Mientras muchos españoles de bien acabamos de vivir con fe nuestra particular semana de pasión, ha sido interesante conocer el apasionamiento con el que el entorno cercano de Sánchez asume su esforzada misión de socializar la vieja corrupción. Tal vez resulte irreverente, pero acaba de quedar muy claro que no todos estamos preparados para experimentar las mismas pasiones.

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