www.canariasdiario.com

Leif Foged

Por Daniel Molini Dezotti
sábado 19 de abril de 2025, 07:00h

Recibí un correo electrónico firmado por un señor que no conozco, a quien me gustaría, muchísimo, conocer.

En el encabezamiento de la nota, arriba a la izquierda, junto a su nombre: Leif Foged, y su correo, aparece la fotografía de una persona joven, sonriente, aunque su sonrisa esté repartida, como si el tercio inferior de la cara estuviese decidida al gesto alegre y el superior algo menos. Quizás me esté excediendo en elucubraciones, vayamos a la carta.

“Hola Daniel, vi que te registraste en “TurboScribe” y quería ponerme en contacto contigo para decirte que espero hayas tenido la oportunidad de probarlo. Aquí tienes algunos recursos que podrían resultarte útiles mientras sigues transcribiendo...”

Acto seguido. el redactor desarrolla temas específicos, por ejemplo, cómo empezar con la aplicación, una guía para transcribir archivos, la selección de idioma, el reconocimiento de hablantes y la descarga de transcripciones.

En otro apartado refiere cuáles son las preguntas frecuentes sobre seguridad y privacidad, explicando el modo que los mantienen seguros.

Finalmente, con mucho respeto y cortesía, explica que aunque “TurboScribe es gratis hasta 3 archivos por día (30 minutos por archivo), en caso de necesitar más, podría actualizarlo para obtener transcripciones ilimitadas, hasta 10 horas por archivo."

Su despedida me gustó: “Si alguna vez tienes alguna pregunta o quieres compartir cómo estás utilizando “TurboScribe”, me encantaría saber de ti. Feliz transcripción.”

Un momento después de esa primera misiva, recibí otra, esta vez sin firma, anunciando que tenía disponibles 3 nuevas transcripciones. "¡Hola Daniel!, ¡Tu espera ha terminado! Han pasado 24 horas desde tu última carga, por lo que ahora tienes 3 transcripciones gratuitas disponibles nuevamente. Haz clic en el botón de abajo para abrir tu panel de control y transcribir más archivos.”

Entonces, me quedé pensando que el señor que no conozco, a quien me gustaría conocer, desarrolló un programa para convertir archivos de audio en archivos de texto.

Luego lo sembró por la red, seguramente pensando en posibles rentas, pero también en estudiantes que graban a sus maestros, como hicimos muchos, cuando “robábamos” decires a los sabios para llevárnoslo a casa. Una vez allí tardábamos horas en traducir un material volátil en otro definitivo, gastando ruedas de casetes, cintas e imprecando al infierno cuando algo no salía bien y debíamos rebobinar.

Leif Foged sabía que estaba regalando un activo con límites fácilmente permeables, que cualquier audio de una hora se puede transformar fácilmente en dos de media; aun así, agregó otro, gratis total.

No se conforma con la donación, agradece, promociona, y se preocupa avisando de que ya se puede avanzar con otras tres lecciones, o lo que sea, gratuitas.

Y me dije, hablo mucho conmigo mismo últimamente, que aceptaría su invitación de compartir mi experiencia con él.

Vamos a ello, procede que antes me explique. “Estimado Leif, mi relación con el programa desarrollado por usted se inició tras una sesión “terapéutica” con un profesor de lingüística, a quien sigo porque es un virtuoso de las etimologías.

Al llevar un año “paralizado” por un trabajo literario que no me daba más que insatisfacciones, decidí consultar al doctor del idioma, para que me aconsejase el camino a seguir.

Yo sabía que lo mejor, y más saludable en todos los sentidos, era abandonar el proyecto de novela, pero antes de hacerlo concerté una cita con el erudito para ver si coincidía con el diagnóstico.

Tras el encuentro digital quedé, como cuando estudiaba, con el diálogo grabado. En este punto debería confesar que uno ya no es lo que era, y a pesar de la ilusión inicial de avanzar y rebobinar, en 10 minutos se me agotó la paciencia y sentí una especie de crujido en las meninges. Como tenía por delante otros 50, decidí que necesitaba encontrar algo que me ayudase, que la tecnología debería cooperar para hacerlo más fácil.

Fue en ese momento cuando tropecé con usted, una verdadera maravilla, y se lo tenía que contar.

En un periquete y sin trampas, sin pedirme nada a cambio, ni datos, ni tarjeta, me regaló el servicio, ¿cómo no agradecérselo?

Me gustaría hacer un artículo con este tema, de hecho, creo que esto mismo se va a terminar pareciendo a un comentario publicable, porque aunque parezca que no tiene interés para muchos lectores, podría tenerlo, y a lo mejor, tras su edición, una catarata de descargas lo harían más conocido por estos lares.

Igual en los suyos ya lo es suficientemente, ¡lo merece!, pero creo que adonde llegan mis letras no lo es.

Reciba mi reconocimiento sincero, ojalá se enteren de usted en Microsoft, Tesla, Amazon, Facebook, Instagram, y todas las empresas fabricantes de supuestos favores que terminan siendo mentiras adictivas. De ese modo tendrían a alguien a quien imitar o admirar, o a contagiarse de sus estrategias comerciales, de las suyas, ¡ojo!, ¡no se vaya usted a contaminar con la de ellos!

Finalmente, me gustaría confesar que me encantaría necesitar transcripciones larguísimas, pero no las necesito. Por eso mi generosidad, ¡cuesta ser generoso cuando cuesta!, tiene un límite.

El suyo, para bendición de quienes sí demanden archivos enormes, de muchos gigas, es asumible; no es gratuito, pero casi. Por eso mismo, llega el tiempo de concluir, lo saludo con mi mejor consideración y deseos de éxitos.”

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios