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Un Jueves Santo sin postizos

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 17 de abril de 2025, 06:00h

Hoy es Jueves Santo. Uno de los dos días no lectivos de esta semana para todos, independientemente de nuestras convicciones religiosas. Esa herencia festiva que deriva del reconocimiento de la importancia que tuvo aquel primer jueves santo que la liturgia recuerda cada año el jueves posterior a la luna llena de Primavera. El jueves en el que se inicia el Tríduo -tres días- Santo en el que hacemos memoria de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. El jueves que, junto al Corpus y la Ascención, el refranero recuerda que causan admiración. Pues eso, que hoy es jueves y que para algunos es un día que produce asombro, admiración, gratitud y dicha. ¿Por qué?

Porque entonces, en medio de una cena pascual judía, y en clave de despedida, Jesús nos ofreció a sus discípulos un medio de reconocer su presencia y una norma de vida. Por eso se repite la significación de este día como “… del amor fraterno”. Es el eje del mandamiento nuevo que Jesús planteó a sus amigos. Amor fraterno y universal. O sea, amar a todos como si fueran tus hermanos y hermanas. Convertir las relaciones interpersonales, de alguna manera, en enclave familiar. Imaginar el mundo como una fraternidad universal y no deberle a nadie otra actitud que la surge de la decisión de amarles.

Bonitas palabras, pero duras en su vivencia actualizada. Si nos hubiera indicado solo que respetáramos la dignidad de todo ser humano, pues claro; se entiende. Y, de hecho, somos capaces de respetar la dignidad de nuestros enemigos; pero el deber de amarles a pesar de haber sufrido sus injurias y calumnias, o su persecusión y malquerer, es harina de otro costal. Se nos genera espontáneamente distinguir a las personas entre hermanos y primos. Tratar a todos como hermanos es posible siempre y solo en nuestras palabras biensonantes. Pero así se escribe el mandamiento nuevo: “Amaos unos a otros como yo os he amado, en esto reconocerán que sois mis discípulos”.

No deja de ser relativamente cómodo hacer una limosna el día del amor fraterno como quien reconoce que el pobre nos necesita. Eso no es difícil de cumplir. Lo complicado es amar a todos como hermanos. Lo verdaderamente complicado es la fraternidad universal edificada sobre amor fraterno y universal. Y amar a todos, siempre, pese a cualquier circunstancia que haya intervenido en nuestras relaciones. En el cumplimiento de esta norma de vida, todos, al menos yo, seguimos siendo discípulos y aprendices.

Esta realidad normativa es la que hace atrayente el mensaje de Jesús. Aunque con más frecuencia de lo debido lo ensuciamos convirtiéndolo en lo más oscuro por nuestra capacidad de reinventar y redefinir su planteamiento en un moralismo fino y delimitante que con distingos y métrica hace del hermano un primo. El Jueves Santo está soñado para volver a escuchar a Jesús sin intermediaciones postizas. La letra y la música original.

Este mandamiento lo es mirando a los demás; pero si nos miramos a nosotros mismos es un consejo de vida y dicha. Porque es imposible ser feliz sin habitar el verbo amar. En eso el mandamiento responde al sueño inicial del Creador.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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