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Otra vez la gran coalición

Por Julio Fajardo Sánchez
lunes 10 de marzo de 2025, 08:00h

Iván Redondo asegura que en España es imposible una gran coalición y, si analizamos las razones que expone, todas ellas tienen un carácter personal y no atañen a una situación de país sino a la construcción de un relato sobre el que se apoya la existencia de la actual composición del Gobierno. Hace referencia a 2016 y a lo ocurrido en ese año con el retorno de Pedro Sánchez a bordo de un Peugeot, como si se tratara de don Pelayo iniciando la Reconquista. En nuestro país estos símbolos históricos son muy recurrentes, tanto para la izquierda como para la derecha. El problema estriba en que de la aventura del coche solo quedan dos supervivientes, Sánchez y Santos Cerdán, porque los otros dos, Ábalos y Koldo, han sido arrasados por la riada de los escándalos. Luego argumenta la presencia de un fascismo latente que se demuestra por las mofas en torno a la celebración de la muerte de Franco, en lugar de hacerlo con el inicio de la Transición.

Lo que afirma el señor Redondo no se sostiene, porque si los resultados electorales le hubieran dado una mayoría relativa a los socialistas no se estarían planteando estos supuestos. La gran coalición no es posible porque afecta directa y personalmente a Pedro Sánchez y a su condición de resistente, que es donde basa su comportamiento heroico y aglutinador dentro de su partido. ¿Esto significa que estemos ante una situación ideal? A nadie se le ocurriría decir que sea así, cuando desde el resto de la prensa progresista se cantan las alabanzas de las coaliciones de Alemania y Austria, como la salvación de Europa frente a la orfandad que provocan los dislates de Donald Trump y de Elon Musk. Así son las cosas y no se me ocurrirá hacer propuestas para que no me corten la cabeza.

Provengo de la generación de los pactos de 1978 y soy consciente de cómo ese espíritu de colaboración ha sido intencionadamente enterrado. Así que no voy a insistir en este asunto a riesgo de engrosar las filas de los condenados por moderados, como Page, González, Guerra y Lobato. Redondo sigue haciendo de gurú en La Vanguardia y contradecirlo es un peligro. Yo lo leo para informarme de cuáles son las justificaciones de las estrategias del progresismo. Ahora se trata de llamar a todas las fuerzas políticas para salvar a Europa a base de incrementar su equipo militar, a sabiendas de que no todas están por la labor, sobre todo por razones ideológicas. Desde el primer momento se demuestra que la unidad de la izquierda no avanza hacia un objetivo común, y que las discrepancias con el modelo de Estado son las mismas de 1978, cuando anticapitalistas, nacionalistas y aberzales se oponían a la transición pacífica y al texto constitucional, apostando por la ruptura. En torno a esas ideas se ha constituido una mayoría que según Redondo no se puede cambiar, aunque de facto no exista cuando se necesita ponerla en marcha para salvar a Europa. La teoría de Redondo no representa a un interés de país, solo obedece a la protección de una ambición personal que no desaparecerá hasta que no desaparezca el personaje. Hablar de gran coalición en España está fuera de lugar.

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