Cuando se trata de hablar de patriotismo y patriotas la cosa se vuelve atrevida a la par que entretenida. Existe hasta una película -peliculón, para quien guste del género bélico- que dirigida por Roland Emmerich y protagonizada por Mel Gibson en el papel de un bravo hombre rural que se revela ante la humillación y la conducta brutal, casi sádica, que un oficial del ejército británico, interpretado por Jason Isaacs, nos lleva a una contienda donde el primero, como líder emergente, consigue derrotar al segundo. Durante toda la película, podemos ver una actitud, donde lo que prevalece es el patriotismo que surge ante la adversidad de una contienda militar. Normalmente, es en situaciones de guerra donde surge este tipo de liderato; aunque no siempre es así, pues en tiempos de paz, parece que también han ido surgiendo -sobre todo últimamente- personas que desde el mundo de la política se nos muestran como verdaderos salva patrias. ¡Auténticos valedores de la paz mundial, nacional y hasta local!
Me he entretenido un poco en buscar qué se esconde detrás de la denominación de patriotismo y he encontrado en el Diccionario de la RAE, que lo define como “el sentimiento y conducta de quien ama a la patria”. Se asimila esta definición al concepto de nacionalismo y en su versión negativa, se nos habla de antipatriotismo -escrito todo junto según el diccionario-. La cosa se complica algo más cuando se sigue buscando y se topa uno con la posibilidad de encontrar dos tipos de patriotismos: el que habla de un amor al concepto “Patria” desde un punto de vista que abarca a la Nación-Estado; con todo lo que ello significa de rechazo casi visceral a lo que no esté acogido entre la normativa de convivencia del País donde se vive. Y, después, se puede encontrar otro concepto, por ejemplo el de la República, donde el nivel de patriotismo, se entremezclaba con el amor a la libertad política. ¿Se puede ser patriota, tener un amor a la libertad política y no ser republicano? La respuesta a esta sencilla pregunta dependerá de a quién se le formule. Si se le hace a un patriota de la talla de Kim Jong-un, que rebosa amor por todos los poros de su cuerpo, menos por uno que se llama “Ego”, pues diría que no existe patriotismo sin amor a su presidente y a lo que él como máximo exponente de la gran nación que preside, representa. Sin embargo, si la misma preguntita, se lleva a la Casa Blanca, el señor que se aloja allí, nos dirá que eso son paparruchadas. Este señor donde, el concepto Ego no es solo una parte, sino que es el fundamento en sí de su propia existencia -regada del polvo divino de los dioses del Olimpo-, nos redirigiría al poeta Gustavo Adolfo Bécquer, y nos contestaría con un… ¿Y tú me lo preguntas? Patriotismo, no eres tú, sino yo. Vale, acepto que pueda estar un poco manipulada la respuesta, pero es que al pensar en lo que diría el Presidente del mundo mundial, viendo lo que hemos visto, me salió ésta. Es tan patriota el hombre que hasta quiso interpretar su propia versión cuando se asaltó el Parlamento americano. Un indulto posterior, completó ese gran guion.
En nuestra geografía, también tenemos nuestros patriotas, y no me estoy refiriendo, ni al Cid Campeador, ni a Dña. Agustina Raimunda María Saragossa Doménech, más conocida por Agustina de Aragón. No es necesario irse tan lejos para encontrar el verdadero patriotismo -con y sin amor-. En nuestra política actual han ido surgiendo, a la misma velocidad que en el Parlamento iban desapareciendo los debates inteligentes, sosegados y alejados de lo soez y zafio, personajes que se visten de auténticos patriotas, aunque sin su Kilt o feileadh.mòr correspondiente. Tan patriotas se sienten que son capaces de participar en la organización de una especie de Congreso Patrio y unir en el mismo recinto y actos, a lo más granado del mundo patriota de Europa. ¿Qué se debate en este tipo de congreso? Sería especular con lo que no se conoce, pero casi seguro, se formularán ideas y proyectos, tendentes a conseguir que en cada País, se establezca el sistema para que solo puedan convivir con plenitud de derechos quienes pertenezcan a él, en el más amplio sentido del concepto de pertenencia. Quienes no estén incluidos en esa premisa, simplemente deberán ser expulsados o si se prefiere, acompañados hasta la frontera. Es difícil determinar el alcance de estas propuestas porque, en sí mismo, el concepto de globalización fue creado por muchas de esas personas que ahora se convierten en salva patrias. Primero se hace la llamada para que vayan a trabajar y después de metido…, ¿nada de lo prometido? Pues no parece muy elegante ni ético, pero está claro que el concepto de patriotismo está alejado del que unía su significado al “amor por la política”. Europa, se ha mostrado al mundo, bajo una careta que significa todo, menos amor al prójimo. Todo, menos actitud abierta. Me tengo por una persona que suele defender las actitudes pensadas con la sesera cuando de lo que se trata es de debatir, con objetividad, sobre procesos migratorios y libertad fronteriza. Pero una cosa es una cosa y otra, son dos.
El mundo y España dentro del globo, vive un resurgimiento de actitudes patrióticas en la que poca cabida tiene el pensar en soluciones tendentes a consolidar y fomentar los debates sobre migración, estabilidad de empleos, economía estatal y todas esas cosas que realmente son las que interesan a la ciudadanía. Hoy se oye hablar más de banderas, resurgimiento de caudillos y de asociacionismo de exmilitares -plataforma 2025 según www.público.es- que proponen luchar por tesis ya pasadas para reconducir a la España actual.
Desde América, tanto la latina como la anglosajona, han salido patriotas cuyo horizonte está diseñado para que triunfe lo que a ellos o, a los intereses que ellos defienden, les sirve para ver cumplido sus objetivos. ¿Qué si no, se puede pensar de un señor que dice que va a construir una especie de Parque temático turístico en un lugar donde, antes de convertirlo en un solar, había un pueblo entero viviendo? ¿Qué, si no, se puede pensar de quienes se apuntan al carro de esto es mío porque lo digo yo, que soy un patriota convencido? ¿Qué pensar de que se aplauda, hasta que duelan las manos, el entusiasmo con el que el señor de las moñas ventosas y quien dirige tamaña marioneta, exponen sus directrices de emperador revenido con gritos y ante periodistas?
Rebuscando entre los patriotas mencionados en párrafos anteriores, se nos presenta un señor político que es capaz de hacer lo que sea para que su pueblo lo acepte como el patriota que se merece la nación que trata de dirigir contra viento y marea; aunque ese viento se convierta en temporal mediterráneo y la marea en marejada, dentro de sus propias filas. En este caso se observa a un patriota de los de “todo amor y cariño a su patria”. Pero no un amor cualquiera, sino ese tipo de amor que no se puede abandonar tan fácilmente. Ese amor que, a poco que se le permita, nos dejará con las ganas de entender por qué razón se le ha de llamar Presidente o Vicepresidenta, cuando en realidad se debería estar hablando de Emperador y Emperatriz. La próxima vez, visionaré “Ana y el Rey”, donde el amor, se mezcla bien con la autoridad. Por cierto, sigo sin encontrar el motivo de ponerle, a una plaza en Santa Cruz de Tenerife, el nombre de “Plaza del Patriotismo”. Pudiera ser fruto de un homenaje, aunque por su tamañito, más bien parece una crítica por la falta de verdaderos patriotas.