La fractura que se está fraguando en Nueva Canarias-Bloque Canarista no le viene
nada bien al nacionalismo isleño y perjudica a Canarias. El trato colonial, el abandono
y los continuos desaires del Gobierno de España presidido por Felipe González
provocó, tiempo atrás, la unión de quienes sentíamos Canarias por encima de todo,
con el fin de darle fuerza política a las Islas y exigir respeto a nuestro pueblo.
En el mes de abril de 1993, las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC),
Izquierda Nacionalista Canaria (INC), Asamblea Majorera (AM), el Partido Nacionalista
Canario (PNC) y el Centro Canario Nacionalista (CCN) unieron sus fuerzas para crear
Coalición Canaria (CC), inicialmente como una coalición de partidos y, con
posterioridad, en 1998, como partido único.
La generosidad de los líderes de dichas formaciones autóctonas uniéndose en un
mismo proyecto, junto a las matemáticas parlamentarias, posibilitaron que Canarias
gozara de más peso político, obteniendo la mayor influencia de toda su historia para la
toma de decisiones sobre asuntos que afectaban a las Islas.
La unidad del nacionalismo canario irrumpió en Madrid, en 1994, con grupos
parlamentarios propios, tanto en el Congreso como en el Senado, alcanzando su
máxima capacidad de influencia y notoriedad tras las Elecciones Generales de marzo
de 1996. Tanto fue así que la composición del Congreso de los Diputados otorgó un
papel decisivo a los cuatro diputados de CC para garantizar la gobernabilidad de
España. Jugamos en la misma liga en la que participaban vascos y catalanes.
Canarias disfrutó como nunca antes de notoriedad e influencia en decisiones de
Estado.
Sin embargo, a partir de 2005, como consecuencia de errores personales y
estratégicos, la unidad de los nacionalistas canarios empezó a debilitarse y el
resultado permanece ahí. A fecha de hoy, una sola diputada le da voz en Madrid a los
problemas diferenciados que tienen las Islas, mientras que, en similares condiciones
de población y representación, los vascos cuentan con diez parlamentarios
nacionalistas defendiendo a su tierra en el Congreso.
Por todo ello, los movimientos rupturistas producidos en el espacio que representa
Nueva Canarias-Bloque Canarista suponen un paso atrás.
Pese a que los dos bandos
que han iniciado el camino de separación de sus destinos –Nueva Canarias y el de los
grupos municipales liderados por Teodoro Sosa– expresan sin paliativos su disposición
para llegar a acuerdos que les permitan confluir juntos a las próximas Elecciones
Generales, resulta evidente ese paso atrás para la construcción de una gran alianza
que otorgue a Canarias voz y fuerza en Madrid.
Sin embargo, el programa electoral, o sea, el catálogo de las reivindicaciones isleñas
ante el Gobierno de España, es muy fácil de conciliar.
La llamada Agenda Canaria
aglutina prácticamente todos los asuntos que reclamamos al Estado. En su
identificación es sencillo alcanzar un gran acuerdo, incluso con fuerzas políticas
estatales. El asunto es alinearlos para su defensa ante Madrid.
Pero para concurrir a unas Elecciones Generales con la energía y convicción
necesarias, anteponiendo los intereses del Archipiélago a los de fuera, esa fuerza
debe nacer desde abajo. Desde los municipios. Desde lo local. Solo de esa manera,con el vigor y la convicción adquirida desde el municipio, será posible favorecer un
movimiento contagioso y de autoestima que vuelva a situar a Canarias en condiciones
similares a las que gozan vascos o catalanes. De ahí la necesidad de contar con grupo
parlamentario propio.
La suma de esfuerzos y la unidad para defender Canarias tiene que arrancar desde
los municipios. La falta de entendimiento que se está produciendo dentro del espacio
representado por Nueva Canarias-Bloque Canarista no es una buena noticia.