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Beethoven

Por Julio Fajardo Sánchez
jueves 26 de diciembre de 2024, 12:22h

“¿Se podría cancelar a Beethoven? Norman Lebrech afirma que sí”. Este es el titulo de un artículo Pablo L. Rodríguez, en El País, comentando un libro de Lebrech recientemente publicado en Alianza Música. El autor pone algunos ejemplos de por qué debería ser eliminado, y que tienen que ver con usos políticos y sociales modernos que no voy a reproducir aquí, pero que son el retrato de los valores morales de la sociedad en la que vivimos. A la pregunta de si se podría cancelar a Beethoven debo responder que hace mucho tiempo que está cancelado, como lo está todo aquello que sea considerado como consumo exclusivo de las élites y producto de la inteligencia y la genialidad. A pesar de todo, Beethoven existe y seguirá existiendo aunque sea depredado por las masas ignorantes, que prefieren escuchar a un poligonero con la gorra al revés, agitando los dedos y diciendo sandeces con una rima estúpida. De cualquier forma estas cosas no me escandalizan porque siempre ha ocurrido así. Beethoven sigue estando ahí y, por otra parte, nadie sabe el nombre del equivalente al rapero de hace dos siglos y medio.

Ayer estaba escuchando la Novena, en versión para dos pianos, interpretada por una pareja de chinos y un timbalero. No sé por qué me pareció que así apreciaba mejor la riqueza de la obra, o que estaba ante el compositor auxiliado por su instrumento, trasladando al papel toda la riqueza de la orquesta. Es una obra colosal, me dije, y entendí que había millones de personas en el mundo que lo sabían apreciar y se estremecían al escucharla, mientras otros se dejaban llevar por los vapores del reggaetton. Hay gustos para todos. Pero lo que dice Lebrech es que la vulgaridad invade todos los ámbitos, intentando imponerse, como en una revolución ideológica para acabar con todo aquello que se supone que diferencia a las clases. Los que los dirigen, los que aprovechan estas corrientes masivas, los que los canalizan y potencian a través de los medios que controlan, los que favorecen a la ignorancia creyendo que obtienen un beneficio propio, cuando se sientan a descansar de la lucha por la conquista de las masas, escuchan a Beethoven placenteramente en sus casas. Oyen una sonata por Barenboim o el adagio de un concierto por Lang Lang.

Hace años Alfonso Guerra dijo que el músico que más le gustaba era Gustav Mahler. Toda la militancia salió corriendo a comprarse la 5ª. Luego se equivocó cuando eligió a “Quién maneja mi barca” para Eurovisión. Son cosas que pasan. Lo mismo ocurrió cuando Trueba apadrinó al Cigala, un cantante ronco que imitaba a Camarón y se hacía acompañar por un pianista cubano del exilio, y ahora ha sido condenado por malos tratos. De esto hace muchos años, y, salvo la mujer de Zapatero, que cantaba en un coro, no hemos vuelto a encontrar una relación entre los políticos y la música. Lo normal es que lean el Marca, como Rajoy y desafinen cantando el “Cumpleaños feliz”. Con todo esto no resulta extraño que intenten caducar a Beethoven. Yo creo que en las fiestas de Boris Johnson no lo escuchaban. Ellos se lo pierden. Por eso China va para arriba y nosotros no, y en los conservatorios de ese país estudian a Bach, a Mozart, a Beethoven y a Chopin. En eso sí que los tenemos colonizados. En lo demás, no.

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