Un empresario autónomo hacía las siguientes declaraciones públicamente: “La Administración paga tarde, mal y a rastras. No puedo trabajar para ella”.
Es otra variable de la siempre incompetente burocracia, donde todo el tejido empresarial que tiene agallas para comprometerse con lo público, en cualquier trabajo y en todos los sectores económicos, sufre la siempre tortuosa lentitud pagadora de los trabajos licitados o encargados, ejecutados, terminados y sólo a la espera, en justicia, de cobrar lo realizado.
También sucede con entidades sociales, culturales o deportivas, que hacen una labor meritoria, pero que se ven a fin de año literalmente ahogadas económicamente, porque a estas alturas del mes de diciembre, todavía no han recibido las subvenciones que tienen asignadas y que necesitan imperiosamente cobrar para seguir subsistiendo.
Seguimos con lo mismo, una cosa es la vida normal, por cierto, bastante tortuosa en sí misma y otra, es la vida en la nube, virtual, comodona y fácil de la Función Pública. Es que ni empujándolos caminan