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Un nacionalismo sólido e influyente

sábado 07 de diciembre de 2024, 11:24h

El nacionalismo canario corre serios riesgos de seguir debilitándose. Tras
disfrutar de grupos propios en el Congreso y el Senado, nuestra presencia en
las Cortes Generales ha ido reduciéndose a la mínima expresión, por más que
la matemática parlamentaria siguen reservándole un rol importante en Madrid.

Pero, al tiempo que el Estado español avanza por el camino del fortalecimiento
de las fuerzas políticas territoriales, en Canarias nos aniquilamos nosotros
mismos. Resulta paradójico que el único territorio del Estado con un
reconocimiento expreso en el seno de la Unión Europea, con marcadas
singularidades en su Estatuto de Autonomía y la propia Constitución,
desaprovecha su capacidad de influir en la política española.

El éxito de la presencia del nacionalismo canario en el Parlamento español está
ahí. Es cuantificable. La necesidad de que el Archipiélago disponga en Madrid
de más peso político para defender sus particularidades es algo tan evidente
como imprescindible.

La renuncia expresa que hacen los partidos estatales a asumir la defensa de
nuestros hechos diferenciales, tanto en sus reglamentos internos como en su
acción política y gubernamental, deja un hueco para las fuerzas políticas que
priorizan la defensa de lo propio.

A veces con sana envidia y otras con incredulidad e indignación, vemos cómo
nacionalistas catalanes y vascos avanzan, con el arma de la política, en su
objetivo de la defensa de su gente.

En territorios peninsulares donde los partidos estatales asumen la defensa de
sus peculiaridades, los partidos nacionalistas ven reducido su margen de
crecimiento. Por ejemplo, sucede en Galicia. Desde la época de Manuel Fraga,
sus habitantes se ven representados mayoritariamente por una opción que
abarca todo el espectro del centro derecha: el galleguismo.

Lamentablemente, ni el PP de las Islas cuenta en Génova con el peso interno
que tienen los herederos de Fraga en Galicia, ni el PSOE canario goza en
Ferraz de la influencia que tiene su homólogo catalán.

La renuncia y dejación que los partidos estatales hacen de la defensa de las
singularidades canarias deja abierto un espacio político que los nacionalistas
no estamos sabiendo aprovechar. Casi siempre, por errores propios.

Ahora, cuando más necesitamos la unidad de los partidos autóctonos, se dibuja
en el horizonte una fractura en el seno de Nueva Canarias que debilita al
nacionalismo isleño. De momento, el esfuerzo que están haciendo las partes
enfrentadas por dar con una solución de consenso, restituyendo la unidad
interna, no arroja resultados positivos. Mientras otros suman para fortalecer sus
proyectos territoriales, aquí se imponen egoísmos y personalismos.

Entre las partes en conflicto en el seno de Nueva Canarias, hay gente que ha
mostrado una gran capacidad política y que, por lo tanto, está llamada a
encontrar fórmulas que ayuden a sumar por el Archipiélago.

Los conflictos en el seno de los partidos son bastante normales. En aquellos
con raíces estatales, se solucionan en Madrid. Pero en los de origen autóctono
tenemos que resolverlos aquí. El mejor camino para abordar las diferencias
entre las partes dentro del partido que preside Román Rodríguez pasa por
anteponer la unidad nacionalista y la defensa de los intereses de Canarias.

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