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La antipolítica

Por Julio Fajardo Sánchez
jueves 07 de noviembre de 2024, 14:45h

No me gusta Trump, no me gustan sus formas, pero es cierto que no tengo de él más que la idea que me ofrecen los medios. No puedo meterme en el pellejo de cada uno de sus votantes y tratar de adivinar qué es lo que los ha llevado a preferirlo a Kamala Harris, tan aparentemente sensata y moderada. Voy a suponer que todos se han vuelto locos y se ha impuesto lo que los analistas consideran la antipolítica. De momento, en el proceso electoral parece que no se han pervertido los principios democráticos.

Ha ganado con la amplitud suficiente para que no exista discusión posible en este aspecto. Esto no ha ocurrido en Venezuela, donde el que ha ganado, supuestamente por una abrumadora mayoría, ha tenido que exiliarse, y encima los representantes de nuestro Gobierno no han votado a favor de reconocer este hecho en el parlamento nacional. Claro está que a esto no se le considera antipolítica. Estas cosas son siempre relativas y cada uno las ve con el cristal de Campoamor. El problema es que hay que andar con cuidado porque como elijas el color inapropiado te cae la del pulpo.

En medio de este cataclismo internacional y de la desgracia de Valencia, con el debate de responsabilidades incluido, el Tribunal Supremo ha imputado a Ábalos. No es una noticia de primera plana, y sin Trump y sin la dana tampoco lo hubiera sido. Lo de Trump cambiará muchas cosas. Igual acaba con las guerras. Está claro que sin el apoyo de los EEUU no habrá conflictos. Se dice que esto pone en riesgo a la democracia, aunque yo creo que las democracias están en riesgo por otros motivos. También se dice que se reducirá el interés por la emergencia climática. Si seguimos así, será un asunto que le preocupe solo a los países de la Unión Europea, y no a todos, porque buena parte de los problemas electorales que ha tenido el progresismo se deben a la contestación por restricciones derivadas de esos asuntos.

Trump es malo malísimo, pero es lo que hay, y le ha ganado a las encuestas y a las esperanzas que hasta el último momento mantuvieron los comentaristas de las televisiones en nuestro país, los mismos que decían, con Zapatero, que ha Maduro no se le podía acorralar para así forzar mejor una salida negociada. En EEUU existe una extrema polarización entre izquierdas y derechas, pero no más que la que disfrutamos nosotros después de los últimos seis años. El panorama está muy enrarecido y nadie sabe lo que va a pasar. Europa es cada vez menos progresista, pero la seguimos viendo como el último bastión donde esta corriente no se rinde, y esto no es verdad. La realidad se impone a los deseos y nos llevará a la decepción definitiva si seguimos alimentando esta idea polarizadora.

Trump nos va a freír a aranceles y Elon Musk va a inundar las redes con sus mensajes supuestamente ultraderechistas. Por otro lado, Marruecos se sentirá fortalecido con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. ¿Y nosotros? ¿Qué haremos nosotros? De momento Pablo Iglesias ha dicho que la única respuesta es la radicalización. ¿Qué quiere decir esto? Pienso que es el intento de sustituir a Errejón como gallo del gallinero de la izquierda que representa a la democracia real. En esas andamos, recorriendo el camino de vuelta al principio. Como decía don Felipe: “Volvamos al bar Alemán de donde nunca debimos haber salido”.

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