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Netanyahu está hecho un Führer

Por Abdel-Wahed Ouarzazi
miércoles 16 de octubre de 2024, 10:05h

Desde el mirador del F-16, programado en sala de operaciones, los pilotos van ejecutando, a placer, a la población civil, conscientes de que no hay ningún misil tierra-aire apuntando. Un año después, el balance en Gaza sigue registrando víctimas inocentes; más de 45 mil muertos de los cuales 15 mil niños, más de 20 mil desaparecidos, 90 mil heridos, más de 300 cooperantes asesinados junto con 150 periodistas, el 95% de escuelas, hospitales y campamentos destruidos, el 80% de edificios reducidos a escombros y 2 millones de desplazados confirman este exterminio, reconocido por la Corte Penal Internacional y con orden de arresto contra Netanyahu.

No contento, decide cambiar de tercio, sin abandonar Gaza, para apuntar ahora al Líbano con la misma furia y las mismas consecuencias, dejando hasta la fecha dos mil muertos y un centenar de niños caídos, desafiando el orden global y el derecho internacional conforme a la Carta de Naciones Unidas y demás tratados y convenciones.

Recordemos que la comunidad internacional es la realidad política sobre la cual se proyecta el orden mundial. Aunque hay quien la define como unión de países para actuar conjuntamente en casos concretos, si bien cada vez más analistas la consideran como inexistente.

Según Chomsky, esta institución se utiliza al margen de la ONU para referirse a EEUU, sus aliados y estados clientes, incluyendo los medios de comunicación. El caso más flagrante fue la invasión de Irak sin mandato de la ONU, con apoyo de naciones influenciadas por alianzas que EEUU establece por todo el espacio geográfico del mapamundi como la OTAN en Europa, cuyos miembros siguen la política estadounidense más allá del Pacto.

A estas alturas ya nadie duda de que a EEUU no le importa ni la democracia ni los pueblos oprimidos ni los derechos humanos, sino sus intereses supremos, America First. Biden dijo, en 1986, “Si Israel no existiera, lo habríamos inventado”, pues entendía que el Estado sionista era el mejor protector de sus intereses en Oriente Medio, allí donde se concentra más del 60% de reservas petrolíferas, asumiendo así el sionismo como su brazo armado. Una cobertura que da rienda suelta a un Netanyahu desbocado, que pone en duda la legitimidad de las instituciones internacionales, más concretamente al Consejo de derechos humanos de la ONU quien le acusa de violaciones indiscriminadas contra el pueblo palestino.

Todo un desorden mundial que no hará olvidar el problema de fondo, o sea, la existencia de Palestina como Estado con capital en al-Quds (Jerusalén) con la pacífica Autoridad Palestina, lejos de Hamás que fue una creación israelí y de Hezbolá, creación iraní. Si hay algo que une a los países árabes eso es Palestina; tierra que Netanyahu ocupa ilegalmente al tiempo que pide seguridad para que siga ocupándola, con colonos, sin que nadie le incomode.

Ya dijimos que esto no iba ni de Hamás ni de Hezbolá sino de una ocupación total de Palestina, de la aniquilación de su población y de su expulsión definitiva, garantizando un amplio cinturón de seguridad alrededor de Israel, a costa de ocupar terreno libanés y sirio, sin descartar territorio jordano.

Hubo un tiempo en que la paz era posible. Isaac Rabin estuvo a punto de conseguirla, hasta que fue eliminado por los sionistas, siendo Netanyahu líder de la oposición en la Knesset. Desde entonces, los sucesivos gobiernos sionistas decidieron enterrar definitivamente la paz, llevando a cabo una férrea política del Apartheid y de terror contra la sufrida población civil palestina, desafiando todas las resoluciones de la ONU que exhortaban el fin de la ocupación y del bloqueo de Gaza. Por cierto, por entonces no existía Hamás. Tampoco existía Hezbolá cuando Israel invadió el Líbano en 1978.

Israel nunca quiso la paz, porque ésta suponía aceptar la solución de dos Estados y renunciar a sus pretensiones expansionistas. En cambio, ha preferido pasar a la historia como Estado genocida, despreciando los derechos humanos y humanitarios, bombardeando, embistiendo y gaseando sedes de la propia ONU en Gaza y ahora en Líbano, saltando a la torera los principios fundamentales del derecho internacional y las normas de guerra establecidas por la Convención de Ginebra.

Que nadie se confunda, estamos ante un conflicto de orden colonial, y lo demás son excusas. Y corresponde a la ONU el deber de portar el estandarte de la comunidad internacional de imponer sus resoluciones a pesar de la impostura de Occidente. Ya vimos cómo el 90% del auditorio de la Asamblea General abandonaba la sala, a excepción de los países europeos, brazo político de los EEUU, mientras el presunto criminal de guerra, Netanyahu, subía amenazante al estrado.

Israel ha abierto tantos frentes y tantas heridas que no cicatrizarán jamás, permanecerán en la memoria histórica de la humanidad; alimentará más odio, perpetuará la violencia y enterrará toda posibilidad de paz y seguridad en Oriente Medio con riesgo de extender la guerra más allá.

No obstante, la responsabilidad última recae sobre EEUU por su doble paraguas, diplomático (en el Consejo de Seguridad) y militar (su proveedor de armas) y también sobre Europa por su silencio. Un mutismo cómplice que nos recuerda aquel otro que permitió el Holocausto denunciando y entregando a sus conciudadanos judíos a los nazis. Aquí quiero hacer un inciso para celebrar la negativa del sultán Mohamed V (abuelo del monarca actual Mohamed VI) de deportar a sus súbditos judíos.

Hoy Occidente está dando su apoyo a un Netanyahu endiosado, que se coloca impunemente por encima de las leyes internacionales y de la comunidad internacional que los representa, y quien se permite la licencia de ordenar a Guterres retirar la fuerza onuense de paz, la FINUL, acusándola de colaborar con Hezbolá, cuando en realidad está intentando eliminar testigos.

Netanyahu sigue desafiando al mundo destruyendo, expulsando y ocupando territorios ilegalmente. Ya no habla del derecho a defenderse, sino que se justifica con el argumento de estar luchando en defensa de la “civilización”, encubriendo así su genocidio, a la vez que busca el apoyo de la derecha y la ultraderecha europea y, mientras, acusa al resto del mundo de antisemita. Cabe subrayar que los semitas fueron, entre otros, los arameos, nabateos, cananeos, fenicios, árabes y judíos sin excepción.

La historia, desde la época de los faraones hasta la actualidad pasando por Hitler, nos ha mostrado que, tarde o temprano, los tiranos y sus imperios caen como castillo de naipes por el propio peso de sus excesos.

¿Estará EEUU criando un cuervo?

Abdel-Wahed Ouarzazi

Experto en Economía Política

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