Estamos pasando el veranillo de San Miguel. Si se llama así es porque todos los años cae en la misma fecha. Hasta el hombre del tiempo, ese que se pasa el día sacándole la tarjeta roja al clima, se refiere a él con ese nombre. Eso quiere decir que está asumido por la meteorología. La meteorología es una ciencia de datos y ahora tenemos más datos que nunca para analizarla, predecirla y proponer las alarmas necesarias. Sin embargo, aún se siguen usando las cabañuelas y algunos las consideran fiables, como consideran fiables a las rutinas, a las repeticiones a los deja vu que nos hacen entender al mundo por su comportamiento constantemente igual.
Las previsiones están en manos de los adivinos porque ellos disponen de datos; por eso cuando una cosa se prevé que va a ocurrir termina ocurriendo. Así ha sido siempre. Nada cambia sustancialmente para que sea visto como una sorpresa. De alguna forma, de todo lo que sucede podemos decir que ya lo hemos visto. Es cuestión de memoria. Ahora la memoria se la hemos prestado a los ordenadores, pero los ordenadores funcionan con los datos que les suministramos, y basta con que uno sea erróneo para que toda la cadena de información se venga al suelo.
Los humanos disponemos de un censor que se llama intuición, sin embargo nos advierten de que no debemos confiar demasiado en él, que debemos depositar nuestra confianza en cosas más seguras. Por eso recurrimos a Wikipedia, a la verdad incierta de las redes, a los bulos, a los argumentarios y a todos los oráculos que nos dicen lo que nos va a pasar si nos desviamos de la norma, como siempre. Si no hacemos demasiado caso nos llamarán negacionistas; y eso es lo que somos. Negacionismo es dudar de lo que tenemos que admitir como seguro, como hacía Sócrates y Descartes. Es lo más peligroso que se puede ser. A Sócrates lo obligaron a tomar la cicuta por dudar, sin embargo hoy se sigue escribiendo sobre su verdad ponderada.
Don Felipe González Vicens dictaba todos los años su lección magistral desde el Aula Magna de la Universidad de La Laguna sobre la muerte de Sócrates. Íbamos alumnos de todas las facultades a escucharlo. Hoy hemos sobrepasado los ochenta y seguimos fieles a la duda de los hombres libres, a pesar de que un huracán de fundamentalismo nos inclina a adoptar las ideas del pensamiento único y a obedecer los dictados de las máquinas que recogen datos parciales para hacernos ver lo que no vemos realmente.
Por ejemplo, que el veranillo de San Miguel es una excepción de los tiempos que corren y no tiene nada que ver con la festividad del arcángel. Ya sé que las neuronas se desgastan y nuestras capacidades de comprensión se deterioran, pero eso ocurre por no ejercitarlas, por poner nuestras decisiones en manos de artificialidades que deciden por nosotros. Por eso creemos ver lo que no vemos, y no vemos a lo que tenemos delante de nuestros ojos. Hace ya unos cuantos siglos que Cervantes escribió El Retablo de las Maravillas, donde todos veían lo que otros querían que vieran. Es muy antiguo todo esto, muy cansino y aburrido. Créanme, el veranillo de San Miguel está ahí desde que el mundo es mundo. Nadie lo ha inventado ni nadie lo ha inaugurado.