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Justicia y calidad democrática

Por Julio Fajardo Sánchez
jueves 29 de agosto de 2024, 12:51h

Daniel Sancho ha sido condenado a cadena perpetua. Con esto se habrá acabado el culebrón televisivo, aunque seguirá unas semanas más hasta que las cámaras metan sus narices en las cárceles tailandesas. El abogado García Montes y su equipo han estado dando la tabarra hasta el último minuto. Hasta ayer insistían en una filtración de la sentencia a la que intentaban agarrase como un clavo ardiendo. Hemos asistido a un caso mediático celebrado en la prensa española intentando influir en un tribunal a 10.000 kilómetros de distancia. Difícil lo tenía el abogado del bigote, pero esa es su profesión y esa su especialidad. Los juicios no se ganan ni se pierden en la televisión porque las sentencias se dictan por los jueces.

Sentencia viene de sentir, es decir, es la formación de un sentimiento en la persona encargada de juzgar. Sentimiento que tiene que ver con razón y no con sentimentalismo. Era difícil demostrar que no había existido premeditación cuando tenían las evidencias de que con anterioridad al crimen se compraron las herramientas y útiles necesarios para descuartizar al cadáver, y haber confesado, con posterioridad, el haberlo llevado a cabo. Los hechos son los hechos, aunque alguien pretenda luego dividir a la opinión en partidarios del asesino y partidarios de la víctima. Hay juicios que huelen mal desde el primer momento, sea quien sea el juez, sea cual sea la legislación y sea quien sea el acusado. Cuando las cosas están mal hechas están mal hechas, y no se puede movilizar a parte de la población para que parezcan buenas.

En España estamos acostumbrados a estas cosas y abundan las campañas para matar al juez en función de la calidad y la influencia de a quien tenga que juzgar. Verde y con asas, se dice en la sabiduría popular, pero, en función de quien lo maneje puede resultar una Vespa. Se asegura que la democracia, entre otras cosas, es el respeto a las leyes. Yo creo que cada vez nos estamos alejando de ese principio. Según leo, hay riesgo de déficit democrático si en Europa no se nombra un Gobierno paritario, y, según también leo, Maduro es presidente porque lo dice un tribunal. Pues ni una cosa ni la otra. La calidad de una democracia no se mide por la influencia que pueda tener sobre los ciudadanos la opinión mediática o la consigna militante. Se hace por su capacidad de decidir libremente, sin mediatización alguna, aunque ya sabemos que esto es prácticamente imposible, y ahora con las redes sociales mucho más.

Hace meses que estaba convencido de la culpabilidad de Sancho. Desde que escuché la versión de que todo había sido fortuito. Una vez vi a un abogado defender al acusado de un doble apuñalamiento argumentando que la víctima estaba pelando una naranja, se puso nerviosa y se abalanzó sobre el cuchillo clavándoselo dos veces en el corazón. Naturalmente fue condenado y yo empecé a creer en la justicia. Hoy veo defender acaloradamente la inocencia de culpables evidentes y se me caen los palos del sombrajo.

En este ambiente de dicotomías nos movemos y utilizamos a los jueces tanto para liberar de las cárceles a los culpables como para declarar correcto lo que ha sido un fraude a la vista de todos. No me alegro por Daniel Sancho, pero sí lo hago porque la razón la ha impuesto un juez tailandés, después de una campaña permanente de desprestigio de la justicia de ese país. Y después hablamos de calidad democrática.

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