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El coste de oportunidad y el verano

Por José A. García Bustos
sábado 03 de agosto de 2024, 14:59h

La Economía es la ciencia de la elección y, al no tener recursos ilimitados, cada uno de nosotros tiene que elegir a qué dedicarlos. Elegir es renunciar, aunque esta segunda parte no se tenga casi nunca en cuenta. No tenemos dinero, ni salud, ni tiempo ilimitados y hay que destinarlos a lo que nos reporte mayor valor, no solo económico. Pero repito, elegir implica renuncia y esa no elección tiene un coste o un beneficio no disfrutado que, de haberlo conocido, podría haber sido la opción preferida.

Valorar las renuncias es algo que se olvida a menudo.

El valor de aquello que rechazamos es un coste y es conocido como el coste de oportunidad.

¿Trabajar o estudiar? ¿Tener hijos o no? ¿Comprar o alquilar? ¿Vacaciones en casa o en el Caribe? ¿Rolex o Casio? ¿Lambo o Kia?

Todo tiene pros y contras y toda elección aporta más o menos utilidad. Aunque, para gustos, los colores. Cada persona ve una utilidad o valor diferente en cada opción.

Casi siempre hay más de dos opciones entre las que elegir. En ese caso, el coste de oportunidad será el coste de la mejor opción entre las rechazadas, no el de todas juntas porque no podemos disfrutar todas las rechazadas a la vez. Por ejemplo: trabajar, estudiar o tomarme un año sabático viajando por el mundo.

Como digo, la valoración de los costes de oportunidad es diferente según quien la realice. Por ejemplo, entre elegir comprar un Lambo (Lamborghini) y no un Kia, hay que tener en cuenta que el primero aporta estatus, notoriedad, visibilidad y atractividad.

La premisa para el estudio es que si lo elijo es porque son opciones alcanzables, es decir, tengo el dinero o la posibilidad de financiar su compra. Si no, el coste de oportunidad, en este caso, sería una quimera, un brindis al sol.

Si elijo un Lambo, estoy renunciando a un Kia que también satisfaría mi necesidad de transporte y, además, me daría la posibilidad de invertir el resto del dinero en activos productivos que, quizás, también me darían notoriedad.

Un amigo me dijo una vez que eligió no tener hijos. A cambio, ha paseado varios Porsches en los últimos veinte años y viaja a menudo a lugares de ensueño. Este es el precio que has pagado (el no tener Porsches) y haber elegido tener hijos, me dijo. Y no le falta razón, pero mi elección de traerlas al mundo no se basó únicamente en términos económicos y en el coste de mantenerlas desde su nacimiento hasta su independencia económica que, por cierto, sorprende cuando lo ponemos en un papel. Uno no, cinco Porsches hubiera podido comprar.

El coste de oportunidad es el gran olvidado en la toma de decisiones racional porque muchas de ellas las llevamos a cabo por impulso y, a veces, esas decisiones vinculan para toda la vida. Algunas pueden lastrar su economía y otras, su salud o ambas.

De aquí en adelante, ténganlo en cuenta, si es que yo no lo hace, e incúlquenlo a sus hijos. Evitarán muchos dolores de cabeza. No es lo mismo que estudien tras finalizar la ESO o tras Bachiller o que se pongan a trabajar. Sus salarios, capacitación, versatilidad y madurez mental serán totalmente diferentes si toman un camino u otro y marcarán su edad adulta y la de sus hijos (sus nietos) que verán un ejemplo u otro en casa.

Un consejo veraniego con cierto toque de humor: Viajen o no, dejen este verano en hibernación el análisis del coste de oportunidad en el ámbito de la pareja. No comparen su elección con nuevas opciones más atractivas que les pasen por delante. No todo es lo que se ve. Existen costes ocultos tras ese atractivo cuerpo o esa exótica sonrisa que aparecen con el tiempo y el verano es corto e insuficiente para ponderarlas. Felices vacaciones.

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