www.canariasdiario.com

La desgana

Por Julio Fajardo Sánchez
domingo 21 de julio de 2024, 12:11h

Esta mañana me levanté sin que se me ocurriera nada que escribir. Luego pensé que ese era un buen motivo: la desgana. Siempre hay algo a lo que te puedes agarrar. Se cayó una aplicación de microsoft hace unos días y esa podría ser una buena excusa para entregarse a la desidia de un destino que no controlas y no hacer nada. Al fin la culpa siempre la tendrá un tal Bill Gates. ¡Es tan débil lo que nos une al mundo de una manera artificial! Basta un pequeño fallo para que nos quedemos incomunicados.

Me bajé de Amazón Kindle la última novela de Richard Ford, Sé mía. Me la recomendó una reseña de Leila Guerriero en El País. La empecé anoche y me parece extraordinaria. Los americanos escriben de lo que les pasa a ellos en su enorme país, de las vulgaridades de alguien que trabaja en una inmobiliaria, o de las historias de Conejo, de John Updike, que es concesionario de Toyota. También se puede escribir de esas cosas. No hace falta andar con el compromiso a cuestas y sacar continuamente la memoria negra de una guerra civil. En el principio del libro habla de la felicidad y dice algo que ya sabía, que se es más feliz en tanto se tenga una mayor capacidad de olvidar. Esa es una de las claves.

Anoche vi un poco la Sexta. Estaba el juez Garzón recomendando a la gente lo que tiene que opinar acerca de la justicia; después me pasé a Antena 3 para ver a unas parejas a las que les dan un millón de euros y lo vayan perdiendo poco a poco. Es como la parábola de los talentos, una premonición de ese despilfarro que hacemos con la vida, a la que vamos tirando por las alcantarillas de decepción en decepción.

Viendo la televisión me doy cuenta de que los americanos, según los progresistas españoles son todos idiotas. Es una sociedad de gordos anodinos atiborrados de perros calientes y hamburguesas que se debaten entre el paraíso de McDonald´s o Burger King, o de Coca Cola o Pepsi Cola. Yo no tomo el café que anuncia George Clooney, sino un Marcilla de la marca Tassimo. Me he acostumbrado a él y ya no me gusta otro. De la misma forma me gustan los escritores norteamericanos, y algunos sudamericanos también, a pesar de que me digan que los de ese país se pasan el día mascando chicle y se parecen a una vaca rumiando. A propósito, se me han levantado las ganas y ahora mismo bajaré a meter una cápsula en la máquina y destilar un expreso bien concentrado y calentito. Me engaño poniéndole sacarina, pero no lo hago por cuestión de salud, tengo bien el azúcar, sino porque me he acostumbrado a ese dulzor artificial y ya no lo cambio por otro. Nos pasa con tantas cosas en la vida, que no las cambiamos porque nos va bien y hemos borrado definitivamente ese deseo consumista que nos hacía estar ansiosos sospechando que podría haber algo mejor.

Llevo leídos dos capítulos del libro de Richard Ford y ahora mismo voy a seguir con él. Leer es bueno. Hace tiempo que para mí todos los días son domingos y no distingo una programación para hacer cosas diferentes. Los libros que leo me hacen vivir otra variedad de existencia, y los que escribo también. Si no fuera por esto estaría metido de lleno en una linealidad estúpida que me obliga a ir por una autopista que no me lleva a ningún lado. Richard Ford, es de 1944, dos años más joven que yo. Eso quiere decir que se puede escribir a esa edad, a pesar de que Arturo Maccanti decía que ya estábamos para quitar. ¡Qué te crees tú eso! Todavía nos queda cuerda para rato. Se trata de empezar cada día con algo nuevo.

Ya ven, dije que estaba cansado y ya he acabado el folio. Todo es ponerse.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios