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Francisco Rodríguez Lozano

Por Daniel Molini Dezotti
sábado 20 de julio de 2024, 11:00h

Tengo ante mí la firma del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, y he ocupado un buen rato en estudiarla, con el objeto de ver si, con el atrevimiento crónico que me caracteriza, consigo desentrañar sus secretos.

Para empezar puedo afirmar que la rúbrica es ilegible, dibujada con trazos decididos, austeros, sin intenciones de acaparar espacios innecesarios, vertical, con equidistancia de letras bien orientadas.

No parece haber dejado marcas sobre el papel, en consecuencia, la presión del bolígrafo no debió ser acusada, lo que podría hacernos concluir que, en ese momento, el firmante estaba dispuesto a participar de algo grato.

El refrendo aparece al final de un documento, justo encima del lugar donde figura el cargo que ostenta: Director General de la Organización Mundial de la Salud, y está allí para certificar la concesión de un premio al Dr. Francisco Rodríguez Lozano, profesional que ejerce en Tenerife, por su destacada contribución en la lucha contra el tabaco, empeño en el que lleva aplicado muchos años de su vida.

De eso va el artículo de hoy, que intenta glosar los méritos de un odontólogo destacado, quien recibiera el reconocimiento que la OMS dedica a personas u organizaciones que se significan de modo superlativo.

En este caso, la concesión destaca el esfuerzo y liderazgo en la lucha contra la “epidemia” del tabaco, así como su inquebrantable dedicación para mejorar la salud y el bienestar de las personas en España, Europa y más allá.

El día lunes 27 de mayo, en la ciudad de las Naciones Unidas en Copenhague, don Francisco recibió el galardón en una ceremonia organizada por la OMS Europa, en colaboración con la Red Europea para la Prevención del Tabaquismo y el Tabaco.

Por primera vez en la historia un dentista era reconocido, a nivel mundial, por sus esfuerzos en el control del tabaquismo, de allí que los elogios y congratulaciones de sus colegas no se hicieron esperar, con escritos donde parecía contagiarse el honor que representaba para la profesión, demostrando la importancia de la especialidad entre las disciplinas del arte de curar.

Y dicho lo dicho, antes de concluir con el homenaje, regreso a la firma del director, que también aparece en otro informe, esta vez menos grato, menos amable, que se difundió en todos los idiomas con el título: “Enganchando a la próxima generación.”

Allí se pone de relieve “cómo la industria del tabaco y la nicotina diseña productos, pone en marcha campañas de mercadotecnia y trabaja para configurar entornos de políticas que les ayuden a crear adicción entre los jóvenes del mundo.”

El documento explica que unos 37 millones de niños, entre 13 y 15 años, consumen tabaco, y también que el uso de cigarrillos electrónicos entre los adolescentes, en muchos países, ya supera a la población adulta.

«La historia se repite, ya que la industria tabacalera está tratando de vender a nuestros hijos la misma nicotina en unos envases distintos,» Se reafirma el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus: «Esta industria se dirige activamente a las escuelas, los niños y los jóvenes con nuevos productos que, en esencia, son trampas con sabor a golosina. ¿Cómo pueden hablar de reducción de daños cuando están dirigiendo a los niños publicidad de estos peligrosos productos sumamente adictivos?»

Y lo hacen utilizando sabores tentadores como los de caramelo y fruta. Una investigación realizada en los Estados Unidos de América reveló que más del 70% de los jóvenes que utilizaban cigarrillos electrónicos dejarían de usarlos si solo existieran productos con sabor a tabaco.

Expertos solventes insisten en que: “De forma intencionada, estas industrias diseñan productos y utilizan estrategias pensadas directamente para atraer a los niños. El uso de sabores como el de algodón de azúcar y de chicle, combinado con diseños elegantes y coloridos que se asemejan a juguetes, supone un intento descarado de generar adicción a productos nocivos.»

Es indispensable que los gobiernos actúen en defensa de sus ciudadanos, la salud pública debe ser protegida, no es decente concebir “libertades” para que las personas puedan elegir el modo de enfermarse con gusto a fresa. Perpetrar esas estrategias para alcanzar rentabilidad debería considerarse delito.

La sociedad necesita armarse para evitar que los jóvenes comiencen a consumir, la normativa debería ampliar los lugares libres de humo, incrementar los impuestos, y amplificar las campañas destinadas a los más pequeños que, cuando se conviertan en adictos, serán clientes el resto de sus vidas.

Eso lo saben los malos, de allí que no alcancen los dentistas como Francisco Rodríguez Lozano, ni todos los médicos, no alcanza la OMS, tampoco la buena voluntad, ¡se exigen leyes y penas que castiguen a los tramposos!

Son importantes los premios, e indispensable darles trascendencia, contribuyen a formar, promueven pedagogía y multiplican las labores de divulgación. Ayudan a llevar allí, donde sean necesarias, las pautas de prevención, siempre insistiendo en los devastadores efectos del tabaco en la salud oral y sistémica.

Lo bueno que tienen las medallas que otorga la OMS a quienes las merecen, es que con ellas uno puede llegar, con su voz, más lejos, con el ánimo multiplicado.

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