No se dejen engañar, en realidad Trump llevaba un pinganillo en la oreja conectado con el rifle del francotirador que le ordenó girar la cabeza en el momento en que apretaba el gatillo. Ha sido una maniobra organizada por los fabricantes del fango y de las fake news. No crean nada. Todo estaba preparado para sacar una foto emulando a Delacroix, un símbolo revolucionario de cambio arrebatado a la izquierda en una burda operación de marketing. Al día siguiente han seguido aprovechando la imagen equiparándolo a Van Gogh con la oreja vendada. No hagan caso, todo es un montaje. Hasta los errores de Biden son engañabobos fabricados por la IA. No es él el que se trastoca, es una máquina diabólica que imita su voz para hacerle decir tonterías.
Vivimos en un mundo falso en donde es muy difícil distinguir lo que es verdad de lo que es mentira. Hay un principio general para resolver estas dudas: la verdad siempre estará en el lado de los que dicen la verdad y la mentira en el lugar contrario. No crean que esto es una afirmación de Perogrullo, no, solo se trata de saber cuál es ese lado. No es complicado averiguarlo porque siempre está en el mismo sitio, en el de siempre, en el de los ángeles buenos, que es donde militaba Luke Skywalker en la Guerra de las Galaxias. Lo otro es el lado oscuro. Imposible huir de esta dura realidad. Ya ven lo fácil que es saber cómo son las cosas.
He visto una fotografía de un futbolista haciéndole la cobra al presidente. No hagan caso. Es otro montaje. ¿Cómo pueden pensar que los que son recibidos con entusiasmo en Cibeles protagonicen esa acción deplorable en Moncloa? Eso no cabe en cabeza humana a menos que exista una mano negra manipulando las noticias. Cada vez se hace más necesario disponer de una legislación apropiada para que estas cosas no vuelvan a pasar. No crean nada. Solo deben hacerlo con aquellas informaciones que estén debidamente testadas, que hayan pasado por el filtro de lo políticamente correcto, que demuestren estar limpias y no enfangadas por la falacia de la acción subversiva.
Si ven al país inundado de banderas españolas, solo son unos cuantos metros cuadrados, aquellos que salen en las fotos intencionadamente torticeras. Las cámaras no sacan la otra realidad, porque la verdad es que lo que más abunda son las palestinas. Hay que hacer caso a todos los que invitan a compartirlas en las redes porque ahí es donde se encuentra el auténtico espíritu patriótico. El fútbol es una cortina de humo, flor de un día para distraernos de lo importante. No hagan caso, a los españoles les gusta mucho una fiesta. Mañana, con la resaca, ya no se acordarán y volverán a la única verdad, la indiscutible, la de siempre, la que representa todo lo bueno que se reúne bajo el nombre de España, esa enorme nación que ha asombrado al mundo en tantas ocasiones. Todo lo demás son cantos de sirena. Pónganse algodones en los oídos para no escucharlos, como hacían los marineros que iban con Ulises. No hagan caso. La única Penélope de verdad era la que esperaba en la estación, con su bolso color marrón, a un tren que no iba a llegar nunca.