Los de Vox se han ido de los gobiernos autonómicos donde gobernaban con el PP, ya era hora. Lo han hecho para no ser cómplices de una invasión de menores (en castellano niños) que se dedican a robar a violar y a dar machetazos. Cualquier madre, del país que fuera, se estremecería si a sus hijos los acusaran de estas cosas solo por algunos hechos aislados que fueron utilizados en el debate público para alimentar una ideología basada en el odio. Se han ido después de dejar investidos a sus presidentes, con lo que el daño que pretenden causar será mínimo a la hora de descomponer el mapa político territorial. Por otra parte le quita el argumento a la izquierda de considerar ultra a todo lo que esté a su derecha. Dicen que esto es debido a que le ha crecido un competidor llamado Alvise, pero yo creo que es porque no tienen otro ideario que vender que el de oponerse a la inmigración, como les ocurre al resto de sus correligionarios europeos. Un racismo puro y duro heredado de los más genuinos fascismos. No hay más.
Habrá que preguntarle a Espinosa de los Monteros por qué se fue. También a Macarena Olona de dónde provenían las órdenes y el dinero, como le sugirió en una entrevista a Évole. Siguiendo esta senda cabría preguntarse cuáles eran las simpatías, o las obediencias superiores, del ex ministro Jorge Fernández, ahora acusado de espiar a políticos de Podemos. Sectario viene de secta y estas llevan un tiempo sobrevolando en la política de nuestro país.
Pedro Sánchez ha dicho que ha sido un día histórico para España, y El País lo equipara con el PP diciendo que este último ha hecho de la necesidad virtud. Feijóo ha logrado zafarse de un chantaje, quizá se inaugure una etapa en que estas técnicas desaparezcan y la realpolitik se convierta en algo positivo. En Cataluña también se niegan al reparto de los menas. Sería bueno que allí se aplicaran los mismos principios y se hiciera un llamado a la solidaridad, y la necesidad virtuosa lo fuera en todos los sentidos.
Lo que ha ocurrido es que el globo se ha quitado algunos lastres y esto lo hará subir. Esos lastres son debidos a la atomización y la diversidad ideológica que se ha impuesto. Es una servidumbre de la democracia, una carga pesada que tiende a compensarse con un aumento de la autarquía. Los electores deben haber aprendido que los experimentos novedosos son arriesgados, que lo recomendable es hacerlos con gaseosa. Todo esto no hace otra cosa que darle la razón a Felipe González, tan denostado por los suyos, que recomendó desde el primer momento no salirse de los cánones que nos habían llevado a la estabilidad durante tantos años. En el fondo, la sabia frase de don Felipe: “volvamos al bar Alemán de donde nunca debimos haber salido”.