Vuelvo a traer aquí una conversación que guardo tatuada en mi mente. Un anciano recriminaba la facilidad con la que, en algunos ambientes, se suele hablar “de” los pobres y de las pobrezas. Él sabía de esto porque era sordo desde los 5 años y le hastiaba que se hablara de la discapacidad olvidando la relación directa con los afectados. “Hablan de los pobres, peno no hablan con los pobres”. El marco de la conversación era la diferencia que, quienes no pueden oír, experimentan entre lo que ven que hablan alrededor, y lo que dicen cuando él pregunta ¿de qué están hablando? Decía: “Llevan diez minutos hablando y me dicen en treinta segundos que están hablando de lo caro que está la cesta de la compra”. Hablan mucho de, pero hablan poco con…
Nos puede la teorización. El juego de ideas y teorías. Nos cuesta aterrizar y situar la mirada a la altura de los ojos del otro. Allí donde las ideas se revisten de la carne del hermano. Y es, precisamente, desde la mirada concreta del otro desde la que podemos imaginar dimensiones teóricas trascendentes que puedan conformar ideas y teorías. Es el punto de llegada, pero no el punto de partida. Es una irresponsabilidad hablar de las necesidades ajenas sin hablar con quien padece la necesidad y escuchar el tono de voz de su queja. No se puede vivir al margen del rostro ajeno. Una indignidad.
Por eso es tan peligroso el juego de los datos cuantitativos y de la extracción de conclusiones desde ellos. No digo que no se pueda, o deba, hacer investigación de este tipo; todo lo contrario, se debe. Pero no se debe hacer olvidando el cualitativo análisis analéctico que convierte en real lo estadístico. Las casi tres mil personas que viven sin hogar en esta isla tienen un número de DNI, son hijos y tienen curiosidades. Puede que les guste más el verde del monte que el azul del mar. Tienen miedos y algunas manifestaciones de su inconsciente les hace ser de una determinada manera. No son un dato, sino que usan zapatos y, seguro, les huelen los pies.
No hay realidad al margen de las cosas reales. No hay datos teóricos al margen de los datos concretos. La estadística debe ser físicamente responsable y mirarle a los ojos a cada dato que cuantifica. Y, si fuera posible, hablar antes con, que de. Cuánta falta hace que la acción social no olvide que los criterios no pueden descender de las teorías, sino que, estas, deben ascender desde el compromiso físico con el otro que necesita.
La semana pasada, en la Asamblea Anual de Cáritas Española, una de las mejores actividades desarrolladas, y que dieron sentido a la aprobación de la memoria de actividades y los balances económicos, fue la dinámica de un grupo de participantes de diferentes rincones de nuestra geografía. Nos contaron su percepción de la realidad y compartieron sus sentimientos más hondos. No fueron teorías de desarrollo personal, sino que aconteció un encuentro que generó una nueva forma de discurso nada teórico, pero profundamente verdadero. Nos permitieron mirarlos a los ojos y nos agradecieron que sintiéramos vergüenza. Esa que surge cuando nos autocomplacemos con los datos estadísticos.
El anciano sordo murió con noventa y dos años. No podía oír, pero no se le escapaba la verdad más real. Y nos la compartía con esa voz extraña y gutural de quien no ha tenido la suerte de aprender a hablar oyendo sonidos humanos. A falta del sentido del oído, anduvo sobrado en su vida de sentido común.