www.canariasdiario.com

Conociendo a Margherita Hack

Por Daniel Molini Dezotti
domingo 23 de junio de 2024, 05:00h

Sentado en un sillón al que llamo preferido, esperaba el momento de ir al aeropuerto para recibir a un familiar. Situado a mi izquierda, el marcador de un libro me hacía señas persuasivas, pero era incapaz de competir con la pantalla del televisor, empeñada en hacerme guiños con una historia en tecnicolor.

Opté por el guiño, pero algo debió suceder con el buscador de Filmin, porque al dar un clic certero, en vez de Ettore Scola apareció otra cosa, eso sí, del mismo país de procedencia: "Un italiano en Noruega”.

Cuando se empezaron a mover las imágenes disfruté una victoria en la lucha contra los prejuicios, porque a pesar de no conocer al director y que el argumento no me terminaba de seducir, permanecí atento.

Enseguida me saludó el protagonista, Checco, un funcionario del estado italiano, relatando con simpatía parte de su historia, ponderando una vida laboral, cómoda, sin agobios, sin estrés.

Ocupado en emitir licencias de caza y pesca, veía transcurrir las semanas recibiendo prebendas, aprovechando viáticos, ausencias sin justificar y facilidades múltiples. De pronto, su situación varió cuando el gobierno decidió aplicar recortes presupuestarios.

Nuestro "héroe", resistente al retiro voluntario que la administración ofrecía a los trabajadores, empezó a ser castigado con traslados a sitios cada vez peores, acabando en el Polo Norte.

El actor, por lo visto muy exitoso en Italia, consigue hacer reír, también pensar, mixturando miserias y actitudes pocos recomendables con inteligencia y buen humor.

Más o menos a mitad de la película se enamora y comienza a acostumbrarse a las noches eternas, el frío y el idioma cuando responde a una cuestión de su madre, que lo llama por teléfono para enterarse cómo era la novia.

Él le respondió: "Bellísima, una mezcla de Cameron Díaz y Margherita Hack."

Aquí, obligadamente, debo hacer un paréntesis aclarativo, si es que eso existe en gramática, para explicar que si en la guerra contra los prejuicios, muy de vez en cuando obtengo algún éxito, las pugnas contra la curiosidad las pierdo inexorablemente.

Cuando interrumpí la conversación entre madre e hijo con el mando a distancia, me pareció ver sonreír a una libreta que duerme junto al libro, que imaginaba recuperar el centro de atención!, pero la alegría no le duró nada, solamente el tiempo en recibir un apunte, el de la persona a quien se parecía la novia, no Cameron, la otra.

Y en este punto, tras un recorrido un poco largo para ser llamado introducción, abandono el séptimo arte, recomendando “Un Italiano en Noruega”, comedia que mezcla ternura, ingenuidad, denuncia, y prestigia valores como la familia y la amistad.

Seguidamente, tras dejar a Checco Zalone, nos dedicamos a Margherita Hack, a quien tuve el gratísimo gusto de descubrir.

Los distintos documentos, entrevistas y artículos a los que tuve acceso, me mostraron a una profesional superlativa, que tras doctorarse, dirigir una cátedra, un observatorio astronómico, escribir libros, defender los derechos humanos y el medioambiente, destacó en la lucha contra la corrupción, luchando por un mundo más justo y sostenible.

Según refiere en un trabajo de Amnistía Internacional, redactado por Celia de la Cuadra, un episodio marcó su vida: "En su casa no había dinero para comprar una radio y Margherita Hack, muy buena estudiante, construyó una sencilla de galena. Se sintió muy orgullosa, ya que por primera vez puso en práctica sus conocimientos de física. En esa radio oyó una noticia que la conmocionó: acababa de publicarse el Manifiesto de la Raza que, firmado por muchos científicos, políticos, religiosos y aristócratas, afirmaba que había razas biológicamente superiores.”

Por aquello de la ignorancia quise saber más sobre aquel mamotreto, también conocido como el "Manifiesto de los Científicos Racistas", promulgado en 1938 bajo el régimen fascista de Benito Mussolini. Los puntos, que tuvieron vigencia hasta su derogación en 1944, afirmaban la existencia de razas humanas, y que entre ellas existían diferencias biológicas y psicológicas.

Por supuesto, para sus autores la superior era la aria, y al ser ellos de esa condición debían preservarse de mezclarse con otras inferiores para huir de las degradaciones.

El engendro declaraba que las afirmaciones del manifiesto estaban basadas en estudios científicos y antropológicos, parecidos estudios y con la misma validez de los que hoy aseguran que la tierra es plana, las vacunas llevan micropartículas capaces de convertirnos en robot, que el cambio climático es una falacio o los inmigrantes son culpables de la desocupación y la mayoría de los delitos.

Ya lo confesé, no conocía a Margherita Hack, a pesar de ser una de las científicas más respetadas de su país, que luchó durante más de 90 años, hasta su fin, el 29 de junio de 2013, por los derechos de los demás, a los que nunca consideró otros.

Tampoco conocía sus eeflexiones; "Todos tenemos un origen común, todos somos hijos de la evolución del Universo, de la evolución de las estrellas, y, por tanto, somos verdaderamente todos hermanos”.

Podría haber dicho también que todos somos hijos de Dios, pero era atea, y aseguraba que si alguna vez se encontraba con Él le diría que estuvo equivocada.

Una estatua erigida en Milán la muestra alzando los brazos al cielo, sosteniendo con ambas manos un telescopio imaginario, que ojalá alguna vez enseñe aquello que tanto persiguió, los secretos del más allá, y la justicia en el más acá.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios