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Sra. Botín: ¿Bienestando o bien-atendiendo?

Por José Luis Azzollini García
lunes 17 de junio de 2024, 11:09h

Hablar de bancos siempre es algo que “embarga” mi “interés”; y si en estos momentos me decido a hacerlo, es porque creo estar en deuda con el equipo de una entidad financiera. No usaré la técnica del Gran Gila cuando, para no identificar al asesino en una supuesta investigación policial, el humorista ponía en boca de un astuto policía lo de: “Por aquí ha habido un crimen”…, “el criminal anda cerca”… pero no señalaba al sujeto por aquello de la intriga. En mi caso, iré directamente al grano. Hablo del Banco Santander.

En el año de 1979, abrí una cuenta corriente en el Banco de Santander en el pueblo de Los Cristianos. Allí fui tratado con amabilidad y con el respeto al cargo directivo que ostentaba representando a una empresa que mantenía gran parte de su negocio con esa Entidad. En dichas oficinas suscribí mi primer crédito hipotecario cuando compré mi primera vivienda. El tipo de interés que me marcaron fue de los que en aquella época se llamaban preferenciales. Pagaría en virtud de esa “preferencia” -auspiciada por el Presidente de mi compañía hotelera por aquellos tiempos- un quince por ciento. ¡Tremendo chollo! Bueno, hay que decir que en aquella época lo era. Trasladé mi domicilio a La Orotava y mi despacho al Puerto de La Cruz y comencé a tratar mis asuntos bancarios con la sucursal de aquella Entidad en una oficina del Puerto. Todo continuaba muy bien y el trato seguía siendo exquisito. Solo en alguna ocasión tuve que interceder ante el director por algún malentendido sin importancia.

Pasados los años y tras el boom inmobiliario, los intereses hipotecarios comenzaron a bajar y alguien me comentó que la Ley del momento, allanaba el camino para quienes teníamos hipotecas antiguas gravadas con altos porcentajes a pagar. Lo consulté con mi banco y la respuesta fue que lo estudiarían, pero como con la boca chica. Al insistir algo más y volver a mediar mi empresa en el asunto, se me recalculó al once por ciento. La cosa aun siendo mejor, ya se había separado algo de lo que se consideraría un chollo; pues, por aquel entonces, había bancos que daban niveles cercanos al seis por ciento.

Lo comenté con el director de “mi Santander” y en esa ocasión me dijeron que lo sentían mucho pero que no era posible bajar a esos niveles en hipotecas establecidas con anterioridad. En principio contesté con un “bueno” con tono de resignación. Pero la publicidad continuaba y ello me animó a hablar con un amigo que trabajaba como director en el Central-Hispano de La Orotava. Él me habló de una figura comercial a la que se le daba el nombre de “oferta vinculante”. La llevé para adelante y desde el banco Santander, me llamó primero mi director para interesarse por el paso tan grande que iba a dar, pero sin entrar a valorar la posibilidad de bajar sus tipos. Después, como seguía erre que erre, me llamó alguien de las oficinas de Riesgo para enumerarme la cantidad de males que me podrían llegar si seguía con la idea de cruzar la línea de salida. La operación se culminó, comencé a pagar un seis por ciento y nada le ocurrió, ni a mi cuenta corriente, ni a mi salud. Pero, llegaron las noticias y sus titulares hablaban de la gran operación financiera efectuada por el banco de Santander que tras la compra de otro banco español, pasaría a llamarse Banco Santander Central Hispano. ¡Volví a ser cliente del banco de Santander!

Al terminar de pagar mi casa, me movía para comprarme otra nueva y empecé a negociar con mi nueva-vieja entidad sobre el crédito que se me concedería para esa futura operación. Resultó que desde una Caja de Ahorros, me daban mejores condiciones crediticias que en mi propio banco. Ni que decir tiene que le hice llegar mi incredulidad al nuevo director de la oficina de la Orotava de mi nuevo-viejo banco Santander Central Hispano. Pero me dijo que esa eran las mejores condiciones que podía ofrecerme, además del excelente servicio que según él se me dispensaba. Pues nada, quitar el dinero de allí y pasarlo a la mencionada Caja de Ahorros, fue un dicho y hecho. Obviamente tuve que atender las llamadas del director y del señor de negro -el de riesgo- que me volvían a hablar de mi futuro con la “bolita” que solo aquellas personalidades parece que tenían. Yo me fui, una vez más, del Santander.

Al poco tiempo, vimos la casa de nuestros sueños y la adquirimos. Esa vivienda ya venía con una carga hipotecaria, pero bien negociada con el Banesto. Yo solo tuve que adherirme a ella y así comencé a trabajar con esta nueva Entidad y con un grandísimo director, Nacho, que siempre estuvo a mi disposición -me consta que lo estuvo para todos sus clientes- hasta que fue despedido en virtud de los movimientos a la baja que habían surgido tras la venta del mi actual banco a otro súper grupo bancario que para mi desconcierto era el mismísimo Grupo Santander. Sin pretenderlo, volvía a ser cliente de mi primer banco. Llegué a pensar que se trataba de una persecución. Es broma… ¡pero lo pensé!

Esta nueva etapa y tras cambiar los peones supuso unos cambios importantes que afectaban a toda la banca. Llegaba la modernidad y con ella la desaparición de personas al mismo ritmo que entraban las máquinas. Precisamente por no aceptar dicho uso con agrado y hacerlo saber en una de las sucursales de mi ciudad de residencia, un señor director “bajito y machote”, me invitó a salir de la oficina. ¡Me echaba a la calle! Yo terminé lo que estaba haciendo y pensé irme al banco Popular. ¡Menos mal que no lo hice!

El tiempo ha ido pasando y con ello los cambios en mi Santander-Central-Hispano-Banesto-Popular. He sido testigo de los varios eslóganes que desde sus oficinas nos llegan para captar la atención -ya escribí y se publicó en www.canariasdiario.com, lo que opinaba sobre uno de ellos: “Tú-te-ti-contigo tururú”-

Precisamente, el último reclamo es el que ha motivado este artículo de opinión. Como habrán podido leer, no puede decirse que tenga una larga experiencia de haber estado “bien” y conforme con lo recibido desde mi banco. Y a cada director que he ido conociendo le he contado mi batallita cual si fuera “el abuelo cebolleta”. ¡Que Dios me perdone tanta majadería! Sin embargo, en estos momentos en los que he estado liado con la venta de mi propiedad y la compra de una nueva, tengo que decir que me he encontrado con un equipo humano en las nuevas oficinas de La Orotava que me ha hecho volver a mis comienzos con esta Entidad. Y es por esa razón que le pediría a los responsables del márquetin de dicho banco, que tal vez estaría bien buscar algo que sea más cercano a lo de estar “bien atendido” y de ahí lo de considerar que un “bien-atendiendo” se acerca mucho más a lo que el cliente demanda de cualquier tipo de servicio. Yo, y creo que casi nadie, vamos al banco a estar (bienestando), sino a ser atendidos. Y, en la de la Orotava, tanto su director, Juan, como su subdirectora, Pilar, y alguna operaria más -perdón por no tener el nombre de todo el equipo-, han conseguido que una persona como yo que ha despotricado de su banco, vuelva a sentir un apego especial por él. Eso, Sra. Botín, lo han conseguido personas. ¡Mi reconocimiento para el equipo humano!

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