¿Qué guerra es peor, la de Gaza o la de Ucrania? Para un pacifista todas son igual de malas. Para un pacifista y para cualquier otra persona, pero lo cierto es que hay gente que está más de acuerdo con unas que con otras.
En el Gobierno de España, sin ir más lejos, se observan matices a la hora de enjuiciar ambos hechos, matices que a nadie pasan desapercibidos. Estos posicionamientos provocan conflictos diplomáticos, pero no lo hacen de forma equivalente en función del país de que se trate. Uno de los déficits de la democracia española es no haber superado la ubicación ante el muro que dividió ideológicamente al mundo durante el pasado siglo. Me refiero a la nostálgica simpatía o antipatía por los modelos encabezados por el capitalismo representado por la democracia liberal y el marxismo encabezado por la Unión Soviética.
Lo ruso venía teñido de un romanticismo donde se asimilaba a Dostoyevski con la revolución y a Gorbachov, y al Doctor Zhivago de Pasternak, con la desesperanza de no haber llegado a ningún puerto aparentemente seguro. Los términos aparentemente y al parecer me sirven para no arriesgar en la generalización. Estas reminiscencias siguen latiendo en aquellos que sueñan con lo que pudo haber sido y no fue. De aquí la existencia de ciertas pulsiones que se conservan en los ancestros genéticos de ciertas ideologías. Esta es la explicación de por qué una cosa es genocidio y otra no lo es, por qué Felipe González las ha equiparado y la ministra de Defensa se ha apresurado a utilizar esa fatídica palabra para un caso y no para el otro.
No entiendo demasiado de las estrategias para la conducción de masas, pero si así se hace es porque así conviene. Aquí se da una de cal y otra de arena, en el ánimo de contentar a todas las partes, y se huye de la unanimidad europea, en el asunto de la oportunidad temporal del reconocimiento de Palestina mientras se enjuicia a aquellos que no compartan el proyecto unitario de la Unión. No se entiende esa política que defiende más Europa a la vez que se alinea con uno solo del grupo de los 27 en un asunto tan importante como ese.
¿A qué Europa nos referimos, a la que forman España e Irlanda, o a la del resto? ¿O es que en Europa pretendemos levantar muros, regresar a los bloques de siempre en nombre de una utópica unidad que ya no tiene cabida en este mundo globalizado? ¿Cuál es el proyecto europeo, el de los tapones de las botellas de plástico, el de las turbulencias que hacen bailar a los aviones por culpa del cambio climático, o el de la protección decidida de la democracia en los territorios invadidos de Ucrania? Porque Zelenski ha estado en Madrid y a la mitad del Gobierno no le ha parecido bien. No están de acuerdo con que nos sumemos a la ayuda internacional para protegerlo de la invasión de Putin.
Con estas contradicciones se afrontan unas nuevas elecciones para el Parlamento europeo. El argumento es salvarnos de los ultras, pero en compañía de los otros ultras. Así no vamos a ninguna parte.