La pequeña isla colombina, ha visto como a través de su historia, se han ido produciendo una serie de movimientos donde siempre se le nombra, pero pocas veces se le permite ser la protagonista.
Cuando, allá por los año de 1492, Don Cristóbal Colón, decide para en la isla colombina, lo hizo para abastecerse de agua, y enseres que le permitieran llevar a cabo la hazaña que posteriormente colocaría a esta isla Canaria en la historia con letras de oro. Hay gente que se empeña en dejar claro que su paso por esta hermana menor de las canarias, solo fue algo anecdótico. El verdadero protagonismo es cosa de otra de las siete. Pero, por más que esas personas pretendan dejar claro ese otro protagonismo, la realidad y las cartas marinas, dejan claro que la última tierra española tocada por el aventurero, fue la que adorna la bahía de la isla de La Gomera.
En la isla de La Gomera, no solamente han tenido que preocuparse por ese hecho histórico; existen otros acontecimientos más recientes que también incomoda a los gomeros. He dicho gomeros y no “gomeranos”, que es como llamó a sus habitantes un ministro del anterior régimen cuando arribó a la isla para dar un discurso tras un acontecimiento adverso sufrido en la isla. Como digo, en la isla y desde siempre, se produjo un nivel de caciquismo, muy difícil de tragar, si lo analizamos desde una perspectiva actual. Pero que si nos circunscribimos a épocas pretéritas, donde reinaban cuatro señores sobre la totalidad de la población isleña, tal vez lo entenderíamos mucho mejor. La riqueza de unas pocas familias rivalizaba con la pobreza que sufría el resto de la población. Y eso no es, como digo, en unas fechas visibles desde nuestra actualidad. El derecho de pernada según www.eltambor.es, era una realidad que algunos escritores nos han servido en formato de libros y artículos, que se sufrió hasta los años sesenta el siglo pasado. Un señor cuyo nivel cultural no se le presupone, sino que se le valora, me contaba que la mismísima Señora de la Gomera la famosa Beatriz de Bobadilla, esposa del Señor de la Gomera y de El Hierro, Hernán Peraza y posteriormente mujer de Alonso Fernández de Lugo, se había entretenido con muchísimos parroquianos de esta isla de la que hablo. Lo hacía con tal tranquilidad que cuando se pregunta por sus andanzas, la gente de la tierra suele contestar de esa forma que solo sabe hacerla alguien natural de La Gomera: “Ui, mi niño, pues eso siempre se ha sabido”. Eso preocupa a la gente del lugar, sobre todo por el rendibú que se le da. La Gomera, ha sido una de las olvidadas en la construcción de las grandes infraestructuras, aunque desde que llegó la democracia y su líder, empezó a regir en su Cabildo, parece que las cosas, si no han cambiado, sí que parece que no han empeorado. Quien, en la actualidad y desde hace mucho tiempo, actúa desde el poder, lo suele hacer tal y como la “costumbre caciquil” manda: “¡Usted no sabe con quién está hablando!”. Eso es lo que, quienes no están conforme con su forma de proceder, le afean. Eso sí, estos últimos si tienen que enviar a sus hijos a la Universidad o si han de traer el cuerpo de algún difunto, recurrirán a los beneficios que el gran y actual señor de la Gomera, ha ido instaurando, y pelillos a la mar. Yo he podido ser testigo el poder de atracción que este político tiene, no solo con quienes le votan, sino con sus contrarios. Esta forma de gobernar, también es un motivo de preocupación en la isla. Pero minimizada por los resultados prácticos.
El silbo, pudiera ser otro de esos motivos que, a la gente de la isla, también podría preocupar; pues de repente y sin que nadie lo esperara, resulta que una de las otras hermanas, también le ha salido musical a la hora de expresarse mediante ese peculiar sistema de comunicación. No hurgaré mucho en esa llaga, por cuanto La Gomera ya le lleva mucha ventaja y hasta han creado asignatura para que ese distintivo siga siendo una aportación al Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Salvo que otra isla, la “Gran Hermana”, ahora diga que cuando Colón, la visitó, le saludaron con el lenguaje del silbo.
Algo que sí que ha molestado, tanto a gomeros, como a quienes amamos la isla, es que un producto autóctono de allí, no se pueda vender como lo conocemos todos. Me refiero a la miel de palma, ese manjar que todos degustamos derramándolo sobre la “leche frita” o sobre “el quesillo” o sobre “el queso asado”. Ese delicioso manjar, cuesta extraerlo de las palmeras que existen por todo el territorio gomero. Pero como resulta que quien lo hace no son abejas, pues no puede llamársele como si del mismo producto, que esas otras recolectoras extraen de las plantas, se tratara. Así que han de ponerle otro nombre, aun cuando todos sigamos pidiéndolo como Miel de Palma. El pueblo es soberano y como tal, decide a la hora de llamar las cosas por su nombre. ¡Y punto!
En la isla colombina, instalaron un aeropuerto, aun cuando hay que reconocer que la comunicación hacia ella o desde ella, era más que suficiente por mar. Pero claro, todas las islas tenían uno y La Gomera, no iba a ser distinta. Hasta ahí, todo bien. Pero llegó alguien con la cartera de las rebajas y decidió que para los pocos aviones que usaban esa infraestructura, no resultaba rentable tener personal humano en la torre de control y propuso que las operaciones que desde allí se llevaban, podían ser atendidas desde otra torre cercana. Dicho y hecho, se cepillaron ese servicio que tanta seguridad da a quienes volamos, con lo que el uso de los barquitos, se acentuó mucho más. ¡Cosas de la realidad gomera! O tal vez, otros intereses que no desean tener una competencia tan directa a la hora de repartir la tarta del trasiego de personas.
Pero, como no hay mal que venga solo, resulta que ahora nos ha salido una empresa peninsular -una empresa goda por su forma de proceder- y ha etiquetado, según se recoge en “eldia.es “unos recipientes con un producto al que llaman “almogrote”. Podía haberle puesto “exquisitez de queso” o incluso paté de queso al “estilo” gomero. Pero no. tenían que dejar claro que ellos saben hacer el producto mejor que nadie, son más listos que nadie y más comerciales que nadie. De hecho, para ellos, “nadie” ni existe. ¿Qué no puedo meter la mano donde no me llaman? ¡Aguántame el tarro! ¿Nos hemos metido nosotros, teniendo cochino negro como tenemos, a curar patas y llamarlas jamón de Jabugo o de Guijuelo? ¡Nunca! Entonces, ¿A qué viene, esa tocada de narices? Cada vez que trato de comprar almogrote, me aseguro de que sea hecho con queso gomero. Mi abuelo siempre tenía su queso cerca -un queso duro como una piedra, pero que se convertía en pasta para untar en cuanto sufría su elaboración- y desde entonces aprendí que, las cosas, mejor si son auténticas. A estos señores peninsulares, me atrevo a pedirles respeto para lo que no es suyo. Sigan promocionando los productos de su tierra que bien buenos que son, y dejen los de otros lares para quienes saben cómo elaborarlos.
A Don Casimiro, le sugiero que, y ahora sí, diga su frase de guerra a esta gente -tal vez en Extremadura no sepan aún quién es Usted- y añada aquello de “un respetito es muy bonito”. ¡Bromas las justas!